martes, 17 de julio de 2007

Usurpando el pasado

Usurpando el pasado
(Texto antefechado)


Hay tiempos para escribir y tiempos
para convertirse en el que escribirá.
Jean Rostand


Destino boreal

Llevaba mucho tiempo
de perseguir su destino
como para no saber que
lo estaba encontrando.
Ángeles Mastretta

Destino con nombre propio. Destino preciso e inconfundible. Destino más allá de lo soñado. Destino propio de un poeta. Destino entre dunas. Destino que fue por mí. Destino que dio fruto en el desierto.
No podía ser de otra forma, pues, ¿qué sentido podría tener para nosotros un acontecimiento que no nos aplastara? Y aplastante en verdad fue cerrar las maletas en la casa de la infancia y volver a abrirlas en la casa del destino. Nos dimos cita en el desierto antes de proseguir nuestro viaje. Más que boreal, hiperbóreo, habría de ser nuestro hogar. Fue así como supe de las distancias; del fragor de la tierra; del sentido de un tatuaje; de cuarenta semanas de espera; de las causas de por vida; de lo que pueden gritar tres pares de ojos; supe que todas las cosas le suceden a uno precisamente, precisamente ahora; supe, en fin, que la aventura comenzaba.
Y después de todo puedo afirmar que soy feliz; que volví a nacer; que acabo de despertar; que por fin llegué a casa; que el norte es mío; que soy y que sigo...

Elen sila lúmenn’ omentielmo[1]

Para él, poca es una tierra.
Campanella

La vida me obsequió la paternidad de una forma particular (hay quien dice que no hay otra forma): me regaló la mirada profunda y asertiva de un pequeño de rubios rizos, encarnación saintexuperiana, metáfora de la voluntad y la vehemencia, compendio de mis sueños, compañero ancestral y futuro. Hace no mucho me fue dado ser padre de un pequeño con mi nombre, al que llamamos Rodrigo, para abreviar... Y es para abreviar que menciono sólo algunos temas de entre la larga serie de conversaciones que él y yo hemos mantenido. Demostrando que no sólo Adeodato es capaz de agudezas en el pensar, puedo decir con orgullo que Rodrigo y yo hemos charlado acerca de la transmigración de las almas ¿cuando nos morimos, llegamos con Dios con la misma ropa?; teología ¿quién hizo a Dios?; mitología comparada ¿quién pasa más tiempo descalzo, José o Tarzán?; historia sagrada ¿la tierra prometida es donde mana la leche y la miel?; cosmología ¿de qué color es el infinito?; anatomía ¿yo tengo penecito o pipirruchi?; lingüística ¿dice nego porque no sabe decir nero?; metafísica ¿para qué hizo Dios a los hombres?; diálogos platónicos ¿qué es la justicia? Y me llamó papá y me supe hombre.

La batalla y la tregua

La íntima orgía de parir es,
más que un dolor,
una batalla que por fortuna
se olvida con la tregua.
Ángeles Mastretta

Me fue dado espiar a mi alter ego in útero, al pequeño retoño de mis más profundos sueños, a un espejismo de carne futura, sentencia de las dichas, ángel anunciado, semilla germinada en el amor, ternura prometida desde siempre, altura contenida en el vientre, extensión de la dulzura de su madre, dibujo de escalas estelares, preludio de la magia de la vida, el mejor de los sueños compartidos: Miranda, mi hija.

Sobra decir que sobran las palabras. Sobra y no me importa. Sobra y lo hago con más brío. Nada que diga puede contener los sentimientos engendrados al escuchar su corazón, al adivinar su perfil, al saberla cerca... No es mi intención agregar a la infinita serie un símbolo más, y sin embargo es mi obligación cantarle a la vida que se gesta en la mujer de mi vida. Dualidad y duplicidad encarnadas, Hera y Diana, Leda y Helena... madre y doncella, esposa e hija, origen y destino, mar y manantial.

A los interesados en los detalles les digo que nació junto con la primavera; a los poetas les digo que alisten sus plumas; a los héroes les digo que pulan sus armaduras; a los artistas les anuncio que la belleza tendrá rostro y nombre; a los sabios les grito que nacerán con ella mil misterios; y al viento le susurro un nombre para que lo lleve al mundo entero: Miranda. Y aunque parece un bebé, para nosotros es, al menos, la luz encarnada; la dicha vestida de amarillo; la paz en mameluco; la verdad de ojos grandes; la belleza con pañales; el porvenir de cuatro kilos; la esperanza despeinada; musa cachetona; Venus de bolsillo; el amor que cabe entre los brazos. . .
La batalla es sangrienta, dolorosa y angustiante. La lucha es contra la naturaleza y los refuerzos son casi sólo testigos. Es una batalla de bienvenida y de reencuentro; es la luz para una nueva persona; es el estreno de un cuerpo, una familia y un mundo; es la firma de un tratado vitalicio, de amor, comprensión y apoyo; es un sumar existencias y multiplicar vidas. Angustia en la piel. Sangre en el pensamiento. Tranquilidad en tres dosis. El dolor de la creación. La musa de los cuerpos nuevos. El ansia por el futuro inaugurado. La magia inefable de asistir. La experiencia íntima y pública. Los sinodales de la fe. El miedo, siempre el miedo de perder. Y la tregua... qué decir de la tregua si dura por siempre.

Al firmar el armisticio, quedó estipulado que mi parte era ser padre. Y es así como me descubro validado. Todo mi ser tiene sentido sólo para darme a estas nuevas miradas; lo que hice fue para saber hacer y compartir; lo que supe fue para afrontar y enseñar; lo que soy es para ser con ellos, para estar, para resistir el cuestionar cotidiano de su presencia. Es un regalo que nadie merece y para el cual nadie está a la altura. Pero es una gran oportunidad de crecer y de hacer algo realmente vital. Es una obra de vida y de por vida. Es lo más importante que llegaremos a construir.

Nos corresponde ser arquitectos que proyectan y supervisan. Así como albañiles que colocan ladrillo tras ladrillo, que confiarán en la calidad de su mezcla: proporción adecuada de presencias, libertades, ejemplos, ayudas, caricias, correcciones. Somos también líderes de manada, encargados de proteger, abrigar, alimentar y guiar a nuestros cachorros. Debemos buscar guaridas, cazar alimento, lamer heridas, ahuyentar enemigos, dirigir la migración. Somos capitanes que imponen disciplina, reglas, promociones y castigos. Seleccionamos las campañas y adiestramos a nuestra tropa; dirigimos el combate y replanteamos estrategias.

Somos cuentacuentos, valet personal, cocineros, lavanderos, velasueños, enfermeros, maestros, compañeros de juegos, cronistas, adivinos, domadores y cirqueros, animadores, intérpretes, catadores, consoladores profesionales... padres de tiempo completo.

Escape de la humana condición

La escritura metódica
me distrae de la presente
condición de los hombres.
Borges

El escape tiene lugar ahora, justo ahora que escribo estas líneas, y que es el mismo momento en que las lees. El escape no es para siempre sino cada vez. Nuestra verdad posible tiene que ser invención, es decir escritura, literatura... Literatura escrita o leída. Textos alados, palabras perfumadas, letras redentoras. Grafía de, desde y para el corazón. Tinta o píxeles; pluma o teclado; papel o fugaz pantalla de cristal líquido; lo vital es la escritura, lo trascendental es la lectura, la evocación posible y la posible mirada que despierta el ser que duerme en cada nombre; y el hombre que un día me nombre, y haga de mi nombre de nuevo un hombre que habite para siempre entre los hombres.

¿Quién vertebró los sonidos que preñan mis manos? ¿Será acaso de sangre el parto o de música el alumbramiento? ¿En qué confín, de cuál corazón, habrán de habitar los seres que aprendan a caminar sobre el papel? ¿En qué lengua se cantarán las sagas de la heroica legión por nacer? ¿Sobre qué celulosa habrán de erigirse sus túmulos y estandartes? ¿De quién serán las manos que armen el primer ejemplar?
El dragón en la mirada

Un dragón asecha purpúreo
en el abismo de su mirada.
Nietzsche

El aprendiz de alquimista, en un curioso doblez del ars magna, descubre asombrado que existe entero y separado del corporal engrane donde sufre figura. Comprueba que su alma habita otras formas además del crisol y el viejo atanor; que hay más cuerpo en el Dulce que en la Sal; que duelen más los planetas de esa noche que respira, que aquellos otros que pretendieron guiarlo a través de la gran obra. Supo que un dedo atado con tinta dice más que los papeles que pretenden atarnos. Entendió que el amor tiene nombre y le fue concedido conocerlo, pronunciarlo, y ser escuchado. Comprobó en carne propia las palabras del apócrifo evangelista cuando sentencia que ”grande es el misterio del matrimonio, porque sin él el mundo no habría existido. Pues la existencia del mundo depende del hombre y la existencia del hombre depende del matrimonio.”

Comprendió al fin que, aunque Dios debe guardar a los muchachos tristes de las mujeres hermosas, algo había cambiado. El cambio no era, evidente y afortunadamente, en la hermosura de aquella mujer que tocó a su puerta. El cambio debía ser en el exilio de su tristeza, su angustia y su dolor. Y al final, por un breve instante, en el latido de aquella carne se volvieron vida todas las anteriores muertes de Iván el Alquimista.


La perla del desierto

Donde el viajero debe usurpar
las horas de la noche, pues
el fervor del día es intolerable.
Borges

La historia tuvo lugar en la ciudad con nombre pétreo. La ciudad de la laguna inexistente, del algodón y las uvas, del río seco, de las grandes calles. El fuego solar nos acompañó todos los días y algunas noches. La cita familiar se completó y sonó la hora de partir de nuevo. Metimos nuestra vida en cajas de cartón. Mudamos nuestros recuerdos al sitio de los futuros prometidos. Caminamos un poco más, ahora juntos, ahora para siempre juntos. Dejamos atrás un par de miedos, un patio perfumado de azahar, la casa universitaria, los primeros días escolares, dos partos, una firma y otras más, las dunas y la magia del sitio donde se cumplió el sueño. Tenemos por delante otra ciudad, otro paisaje y el doble de naranjos. Confiamos en que también la dicha sabrá multiplicarse pues, a fin de cuentas, hemos vuelto a casa...

[1] “Una estrella brilla en la hora de nuestro encuentro”; Tolkien
El Alquimista
Julio '01

Suscitando Paradojas

Suscitando Paradojas

Querer es suscitar las paradojas
Albert Camus


Una gota hambrienta de infinito

Soy una gota hambrienta de infinito,
que avanza sin descanso, en su regreso
a la cósmica almendra de su origen.
Elías Nandino

Desperté en el centro de un suspiro, cuando el mundo estaba a punto de caer, y los demás a una línea de creer que me entendían. Desperté y me supe aún veleta, con una innegable vocación de espadas en la sangre, con un canto de hachas en los ojos, con un danzar de mazos en las manos.

Quien no se haya entregado a las innumerables voluptuosidades de la angustia; quien no haya soportado a diario en el pensamiento los peligros y placeres de la propia extinción. Quien, no siendo experto en una disciplina de estremecimientos y sobresaltos, y meditando sobre su propia consunción, se haya reducido deliberadamente a cenizas, no sabrá con certeza de lo que hablo. No podía tomarme aún en serio, una vez que había yo disparado el pensamiento hacia los gélidos avernos, donde se apresuran las nebulosas espirales.

Mi aptitud de soledad era más aguda que ninguna y mi constante penetración en lo inanimado me aislaba en un hálito errabundo y celeste, envolviéndome en el frío latir de las sombras. Estudiante de los páramos desiertos, fiel al ascetismo descarnado de las rugosas tempestades que siembran los planetas de posibilidades, llegué casi a doctorarme en soledades cósmicas.

Mas aún se ocultaba, en un resquicio del tiempo, una dulce mirada que habría de rescatarme. A punto de ser, durante el instante de un instante, cuando casi era lo que se aniquila. Existiendo durante el instante de un surgimiento, de una invasión del silencio, casi entregado al dolor que me engulle. Supe que la verdadera vida estaba en otra parte, siempre por ganar y siempre cerca. Supe que la esperanza era la vida misma defendiéndose. Supe que mis manos estaban preñadas de los ruidos primigenios, aquellos que vertebran literaturas completas.

Quedaba sólo el remanente de la soledad voluntaria, de irme cada vez más para no ver a nadie conocido. Quería sentir acaso, con una incierta mezcla de éxtasis y de espasmo, que nadie sabría de mi dónde, mi cuándo o mi por qué. Autonáufrago en bosques, orillas de río y profundidades interiores.

Decidí no ser merecedor del olvido que quizá me esperaba y, comprendiendo que, cualquiera que fuera mi nombre o ropaje, sentiría sin duda el martirio de mi estrecha existencia terrena. Supe que era, con Goethe, demasiado viejo para andar en juegos y demasiado joven para estar sin deseos.


Luciérnagas comprometidas

Desde antes de que él se lo pidiera
ella había comprometido su cuerpo
lleno de luciérnagas con el hombre
que se las había puesto en revuelo.
Ángeles Mastretta


Recorríamos el mundo y la vida sin buscarnos, pero sabiendo a ciencia cierta que lo hacíamos para encontrarnos. Conservando la esperanza de que alguna mujer-tripulación conduciera su bajel sin otra guía que los consejos de su mascarón de proa.

El destino tiene que dar muchos rodeos para llegar a cualquier parte. Fue preciso una conjunción estelar para que la ruta de un dulce astro boreal se cruzara con este cometa sin manto que moría de frío. Todo fue reconocernos y ponernos al tanto de nuestras semividas. Llegó el tiempo de sumar historias y de escribir en la misma página.

Yo, cual Adán revisitado, superior e inmutable en los demás goces, me sentí únicamente débil ante la duda y el arrobo que produjo en mí la poderosa visión de tu belleza.

Ignoro de qué color he de pintar las ansias que me definen en este atardecer sin nombre. No me alcanzan los susurros heredados del viento para saciar la humedad que me dicta tu perfil, como un pretexto que hace de tus secretos una invitación. Apenas he logrado sucumbir a la certeza que tu risa engendra, y salvarme así de los duelos asechantes.

Mientras tu voz, en un conjuro, muda el fuego del sílex a mi cuerpo, tus ojos buscan y consiguen una vida. Y yo, escapando de las luces misteriosas que me prometían sosiego, he llegado a tus playas a implorar por un naufragio en tu tormenta, por un cataclismo en tu entrepierna, por una caída desde tus pechos.

Tu piel asila mis plegarias y el curso incontenible de los ríos que caben en tu risa, desorbita los planetas. Tu nombre me susurra epopeyas y me dicta versos. ¿Amor se llama el sueño? Yo digo que sí...

Mal he vivido de mí; fui muerte para mí: en ti vuelvo a vivir. Pues eres la razón de mis causas y la causa de todas las razones que gobiernan mi existir. Alejarme de ti no es más que un espejismo en la niebla devoradora de íconos.

Silencios febriles
Parecería que su estado normal es
el silencio, y la palabra una fiebre
que les da de vez en cuando.
Sartre

Desoído y atrapado contra los muros que me limitan, quise salir a la plaza, soltando mis palomas en medio de la concurrida indiferencia. Una luz agónica entre el salvaje anochecer y el amanecer, terrible como todos, me mantuvo desesperado y quise romper entonces el silencio amenazante.

Por fin he aprendido a llorar sin hacer preguntas, por fin he aprendido a escribir sin buscar respuestas. El sencillo arte de colocar letra tras letra, me entrega a diario dudas, sentidos, certezas, angustias, motivos, formas, senderos, sueños... pero nunca respuestas.

Si cada palabra es un temerario aprendiz de brujo, y el corpus de la literatura posible se me presenta como un laberinto infinito; entonces, no queda más que la magia para intentar conquistar las altas almenas donde aguardan los libros de mi futuro.

Me preceden un par de poetas que cruzaron todos los círculos; un monstruo de barro con nombre hebreo; un anillo que destruido destruyó al mal; guerreros de tremolante casco, pies ligeros y hermosas grebas; la náusea instalada en las manos; un ciego bibliotecario que soñaba con la espada del normando; el héroe fundador que cambió Cartago por Roma; el obispo nacido en Tagaste; un par de lusitanos ilustres; el gran Snorri; y aquél que le regaló a Oscar su tambor.

Ahora me corresponde dividir el curso de esta siempre uniforme sucesión, vivificándola en un ritmo perenne. Debo conjurar lo particular en la consagración universal, para detentar el poder que Prometeo nos confiara. Encender los crepúsculos en las mentes de mis hermanos e inundar de flores el paso de mi mujer amada.


Conquistando la utopía

La felicidad es a veces una bendición,
pero por lo general es una conquista.
Paulo Coelho

Hemos enviado ya a las legiones de avanzada hacia un tiempo prometido. La campaña de conquista ha comenzado y no podemos sino vencer.

Con la espada empuñada, un sueño en cada mirada, una certeza por latido, el poder de un amor cual árbol de luz, el silencio compartido, las semillas del amanecer, una urgencia incontenible, el sabor a desafío, la impoluta metáfora que nos define, la ternura contenida, la pasión que el universo nos adeuda, el tiempo de todos los suspiros, la alegría cotidiana, el cantar de nuestras manos, un retoño inconfundible, la sabiduría que nos regalan, y el verano como norma.

Podremos mientras creamos. Seremos siempre juntos. Habitaremos de la mano. Creceremos sin descanso. Lloraremos cuando el dolor no baste. Reiremos siempre. Engendraremos gigantes. Fundaremos una estirpe portadora de mundos. Escribiremos los dictados del destino. Soñaremos sin permiso.

Nos espera ya un hogar que verá crecer nuestro amor, nuestros sueños y nuestros hijos. Refugio de los frutos de la tierra, de los libros que nos buscan hace tiempo, de la magia que se esconde tras sus labios, de los cantos que prometieron otras vidas, del saber que resuelve paradojas, y del ansia que comienza a incomodarnos.

El Alquimista
Julio ‘00

sábado, 14 de julio de 2007

Preludio Eterno

Preludio Eterno

Haz de este instante un siempre,
un preludio eterno a la muerte.
Luis E. Aute

I.- La razón ignorada

¿Qué razón, conocida o ignorada, me explica?
José Saramago

Ya apuntaba Nietzsche que “es una distinción poseer múltiples virtudes, pero es también un triste destino”, pues la substancia se desdibuja en el torbellino de inquietudes que muda cada día, al tiempo que tiene una visión cuasi completa de las causas y azares que conforman este mundo y la vida que lo habita; mientras se cuestiona sobre ambas existencias y su posible justificación. Es entonces cuando estar vivo me parece el precio de algo, respirar se torna una deuda impagable, y una salvaje repugnancia por la vida se me agolpa en forma de nudo en la garganta. Porque, a final de cuentas, “todos los seres son desdichados; pero, ¿cuántos lo saben?” (Emil Cioran), aunque todos parezcan (o pretendan) vivir sin darse cuenta.

Coincido también con Cioran cuando afirma: “No siempre estoy triste, luego no siempre pienso. El que piensa cuando quiere no tiene nada que decirnos. La riqueza interior resulta de los conflictos que se tienen con uno mismo...”, de modo que acepto mi condición a cambio de la certeza y el sentimiento de derrota que da la verdad, pues mi tristeza y mi angustia me han llevado de la mano por parajes que le están vedados al resto de los mortales. He podido escapar, por momentos cada vez más prolongados, de este mundo fangoso y sublunar donde es preciso tener más de un rostro para poder viajar; donde se justifican, y aun se promueven, la hipocresía, la violencia y la mentira; donde uno se esclaviza al presente para pretender conquistar el futuro; donde la gente se desvela por miedo a soñar.

Sin embargo, las dudas son la nota cotidiana: ¿a quién espero, aquí, en donde nadie sabe que estoy? ; ¿cómo ha de venir alguien a rescatarme si no me confieso náufrago, si no acabo por lanzar de una vez la botella con mi alma dentro? ; ¿quién se atreverá a enfilar sus naves hacia mi isla cuando yo he quemado ya las mías?


Tolle, lege:
Nosotros no podemos ser felices, porque entendemos demasiado.
Ikram Antaki

Se me ha perdido el mundo y no sé cuándo comienza el tiempo de empezar de nuevo.
José Emilio Pacheco

No se puede vivir cerca de un titiritero de sombras, de un domador de polillas.
No se puede aceptar a un tipo que pasa el día dibujando c
on los anillos tornasolados que hace el petróleo en el agua del Sena.
Yo, con mis candados y mis llaves de aire, yo,
que escribo con humo. Te ahorro la réplica porque la veo venir:
No hay sustancias más letales que esas que se cuelan
por cualquier parte, que se respiran sin saberlo, en las palabras
o en el amor o en la amistad. Ya va siendo tiempo
de que me dejen solo, solito y solo.
Julio Cortázar.

Altazor ¿por qué perdiste tu primera necesidad?
¿Qué ángel malo se paró en la puerta de tu sonrisa con la espada en la mano?
¿Quién sembró la angustia en las llanuras de tus ojos como el adorno de un dios?
¿Por qué un día de repente sentiste el terror de ser?
¿Quién hizo converger tus pensamientos al cruce de todos los vientos del dolor?
Se rompió el diamante de tus sueños en un mar de estupor. E
stás perdido Altazor. Solo en medio del universo.
Solo como una nota que florece en las alas del vacío.
No hay bien, no hay mal, ni verdad ni orden ni belleza.
¿En dónde estás Altazor?
Vicente Huidobro

II.- La noción y la espera

Le quedaba la noción de que él no era eso,
de que en alguna parte estaba como esperándose.
Julio Cortázar

Bien dice Fernando Savater que “se puede vivir de muchos modos, pero hay modos que no dejan vivir”. Y si hasta ahora he vivido prestando atención a las superficiales exigencias mundanas, no estoy dispuesto a aceptar el destino que algunos pretenden que sea mío; en vez de ello, he de elegir el que realmente me pertenece, pues aceptar lo intolerable pone en duda nuestra propia identidad.

Y como, con Julio Cortázar, cada vez sospecho más que estar de acuerdo es la peor de las ilusiones; y tengo la certeza de que poco valor tiene todo lo que tiene un precio, hoy cumplo con mi destino y profetizo el del mundo a mi lado. Hoy he de partir a conquistar el reino que me pertenece y por el que he pagado tantas lágrimas. Hoy las voces que me forman deben gritar su ira y su llanto: cada suspiro engendrado tendrá un verso por destino, cada latir desconsolado ha de germinar en ritmo, en cadencia de promesas. Si he de morir por una idea, es porque es mi idea, y esa idea es mi vida. Puesto que una sola verdad, si es evidente, basta para orientar una existencia.

Las mareas se repiten y las tormentas no alcanzan a regar las cuevas más sedientas, a donde he ido a ocultar mis dudas y remordimientos. La resaca sólo me trae los restos de otros naufragios; sólo ruinas de navíos menos afortunados que el mío. Pues si otros han llegado hasta aquí extraviados, tras perder el rumbo en una noche sin estrellas, acaso he sido yo mismo quien, capitán y tripulación en mí y por mí nombrados, he decidido habitar estas soledades aún no bautizadas.

Peligrosos arrecifes, imponentes farallones, tempestades perpetuas, cómplices nubes ocultadoras y exageradas leyendas, protegen y ocultan el interior de esta isla, alejando por igual a propios y extraños, intimidando a los posibles cartógrafos, asegurando la vacuidad de mis escolleras y playas.


Tolle, lege:
Hubo una época en que el mundo me quitaba pedazos de alma,
en nombre de la eficiencia. La fuerza de la enseñanza se mostró
en el hecho de que volví a mis orígenes y no me perdí
en esta eficiencia. Miro ahora aquellos años con profundo pesar.
No lamento que hayan existido, sólo lamento su duración.
Podrían haber durado menos.
Ikram Antaki

¡Dios, Dios mío! ¡Qué de miserias y de engaños experimenté
en aquella edad, cuando se me proponía como modelo
de conducta honesta el obedecer a quienes me aconsejaban
que brillase en este mundo en las artes de la verbosidad,
que tanto sirven para alcanzar las honras humanas y las falsas riquezas!
Lejos de ti anduve a la deriva y caminé errante, Dios mío,
muy lejos del camino de tu estabilidad, y me convertí
en “región de indigencia” para mí mismo.
San Agustín de Hipona

Los conquistadores son solamente aquellos hombres
que sienten su fuerza lo bastante como para estar seguros de vivir
constantemente a esas alturas y con plena conciencia de esa grandeza.
A. Camus

III.- La llama sin tregua

El poeta es carne encendida nada más.
Y la Poesía una llama sin tregua.
León Felipe

Ser poeta no es una obsesión mía, es mi manera de estar solo. La poesía es un intrépido algoritmo de la perfección, un atronador silencio de estertores, la paranoia inconclusa de lo ajeno, el oculto sinsentido de las horas, la sórdida manía de lo incierto, un prometedor aullido de esperanza, la recurrente imagen de la espera o la recurrente imagen de la espera... Pero, por sobre todo esto, es la única forma en que me empeño para manifestarme y reconocerme. Pues sólo en la manifestación a través de las obras es como un poeta puede aspirar a la certeza, o al menos a la posibilidad, de ser.

La naturaleza entera me grita el hastío que atormenta mi sentir: el dulce signo de mi retirada hacia parajes más altos y más profundos. Donde la soledad tiene el gusto de la introspección y la búsqueda; donde pueda saberme a salvo de mí mismo; donde las letras no hallen diques a su paso por las páginas; donde las noches sean el feliz corolario de una jornada gloriosa; donde la muerte habite sólo en una metáfora; donde la magia gobierne mis intentos y los sueños sean la semilla del porvenir; donde la luna conozca mi nombre y las estrellas mi destino.

Y si el poeta es el escribano a sueldo de la vida, tras un siglo de insomnio y dos noches sin dormir, vuelvo a ti; cuando nada tiene sentido, porque la vacuidad me inunda, vuelvo a ti; después del holocausto de mi propia inmolación, vuelvo a ti; cuando una estrella agota mi reserva de suspiros, vuelvo a ti; cuando mi pluma se niega a expulsar los versos que lleva en las entrañas, vuelvo a ti; cuando la risa es un loco torbellino que salpica mis angustias, vuelvo a ti; cuando la noche de adentro me consume hasta negar la posibilidad de cualquier amanecer, vuelvo a ti...

Lo cierto es que me agrada este lugar, a los pies de mi altura, que habito y he ido construyendo, esos volcanes que a diario cambian el contorno y el volumen de esta comarca, las coloridas parvadas que alegran con sus cantos los ocasos, los árboles que ya empiezan a ostentar frutos en sus jóvenes ramas, los manantiales capaces de calmar cualquier sed y que se antojan inagotables, los cristalinos lagos donde puede uno librarse del polvo y de los restos de otros mundos, las grutas donde habitan los dragones más feroces y sabios, los templos, ocultos como todos, a donde bajan los dioses a compartir sus sueños, las hermosas constelaciones que sólo se aprecian en estas latitudes...

Y si bien no se pregunta al poeta qué pensó o sintió, pues precisamente para no tener que decirlo compone sus versos, cabe aquí citar a Neruda para apuntar que “el poeta tiene dos obligaciones sagradas: partir y regresar”, y se acerca la hora de cumplir con la primera.


Tolle, lege:
En toda la literatura, en todo lo que los hombres logran escribir
y que merece pertenecer a la literatura, existen únicamente dos temas: l
o que pasa afuera y lo que pasa adentro. Es decir: el mundo y el alma.
Y todos los temas serán finalmente parte de estos dos.
Si logras juntar los dos con maestría, serás partícipe de la literatura.
Si no, siempre faltará algo.
Si la literatura era la conjunción del mundo y el alma,
¿qué más podían aportarme las otras disciplinas?
Había llegado el momento de entender, y a un cierto nivel
de entendimiento ya no se puede hacer historia,
antropología, economía, sociología: nada más se puede hacer literatura.
Al llegar a un cierto nivel del entendimiento del tiempo
y de los hombres ya no se puede escribir un tratado
sobre las guerras napoleónicas, hay que escribir “La Guerra y la Paz”.
Ikram Antaki

Mucho mejor que en la escuela de los filósofos, es en la escuela de los poetas
en la que se aprende el valor de la inteligencia y la audacia de ser uno mismo.
[...] Pasearse sin convicciones y solo no es propio de un hombre,
ni siquiera de un santo; a veces, sin embargo, lo es de un poeta...
E. M. Cioran

Esta ciencia que debía enseñármelo todo termina en hipótesis,
esta lucidez naufraga en metáfora, esta incertidumbre se resuelve en obra de arte.
A. Camus

Mientras los astros y las olas tengan algo qué decir,
será por mi boca que hablarán los hombres.
Vicente Huidobro


IV.- La partida

Ya no puedo recibir de estas soledades trágicas
nada más que un poco de pureza vacía. Me voy.
Jean Paul Sartre

Es tiempo de caminar, de coleccionar el polvo que se esconde en los senderos del mundo; de asumir las rutas que me están destinadas, de nutrirme de los mejores horizontes y beber el rocío de los amaneceres por venir. Es tiempo de guardar la nostalgia y esgrimir los invencibles sueños otrora forjados.
Si Sabina tiene razón, y morirse es dejar de caminar, nada mejor para saberse vivo que una buena caminata de varias horas por un paisaje vivo también, que te llama y te llena, que te habla y te deja hablar, que podría hacerte desaparecer si quisiera. No hay mejor droga que contemplar la inmensidad desde dentro, respirar el aliento de la tierra, llenarse los ojos de la belleza infinita, comerse la luna a bocados hasta hartarse y más, tomar conciencia de cada célula del cuerpo y sabernos una célula de otro cuerpo, integrarse al Arte de Dios... El cansancio y el esfuerzo son poca cosa para pagar todo lo que se nos da en un solo amanecer, en el canto del ave, en el frío, en el viento, en los árboles que nos miran, en el abrazo de la montaña, en la luna llena.

La inmensidad de mis dudas se diluye en el mar estelar que apenas y se adivina en una ciudad atacada por millones de luces. Hoy tengo ganas de reventar mi corazón a poemazos, de cantar una canción que no existe, de gritar mi nombre junto al tuyo, de salir a cazar cometas, de mecerme en la tibia promesa de la noche, de asaltar al destino y robarle lo que me tiene prometido, de salir a ponerle apodo a todos los seres, de cambiar un par de sueños por algún secreto incontable, de vestirme del color del amanecer, de ahogarme en un suspiro, de arrancarme esta piel que me limita, de volver a nacer con cada nota espectral, de saber decir "te amo" en todas las lenguas, de probar el sabor de la luz, de escuchar un cuento que no termine, de sentir sus ojos en mi rostro, de escribir el mejor verso... No me queda más que confiar en que la luna me obsequie, en mi calidad de su hijo preferido, alguna de estas cosas.

La noche me sorprende suspirando por el día terminado, me abriga la promesa de una historia que comienza. Se cuela cómplice por mi ventana y me susurra fantasías de soledades compartidas. Difícilmente la noche, con su sueño estelar, con su manto fecundo de quimeras, con esa fría caricia que suele cobijarme, con esa obscuridad primigenia, puede compararse con la dicha y el triunfo que el día me otorgó. Sin embargo, confío en que habrán de venir otras noches a cumplir las promesas hechas por el viento.

Pocas veces manos tan diestras y brazos tan fuertes han empuñado espadas, hachas o mazas más poderosas que estas que mañana habrán de figurar en las sagas para envidia de Mjölnir, Glamdring, Albion, Aiglos, Andúril y Excalibur; grabando en las piedras, y acaso en el corazón de los hombres, las hazañas forjadoras de mundos, al defender el mayor de los mitos: el de la libertad del hombre y sus sueños...


Tolle, lege:
No puede soportar de cerca el hervidero de los humanos,
quiere contemplar de tan lejos como sea posible la simetría maldita que los une.
[...] ¿Adónde ir, cuando no puede vivirse más que en sociedad
y cuando no se tienen ya instintos, y cuando no se es tan lanzado
como para mendigar, ni tan equilibrado como para entregarse a la sabiduría?
E. M. Cioran

La falta de movimiento aísla más que el ascetismo.
Alfonso Reyes

Un hombre no va menos perdido por caminar en línea recta.
[...] Andando siempre se acaba por llegar.
Saramago

No toda la gente errante anda perdida.
Tolkien

Porque no sólo el ir, sino el mismo llegar allí,
no era otra cosa que querer ir.
San Agustín de Hipona

¿Cómo podré dormir mientras haya adentro tierras desconocidas?
Huidobro


V.- El destino

Si yo no hiciera al menos una
locura al año, me volvería loco.
Vicente Huidobro

Según Cortázar, el genio es elegirse genial y acertar; y sólo viviendo absurdamente se podrá romper alguna vez este absurdo infinito. De manera que no queda otro destino que reconocer la propia estatura, asumir las virtudes que nos fueron entregadas, rebelarse ante la propia sumisión y someterse a la rebeldía. Hay que despilfarrar en una noche el universo...

No existe, pues, ninguna otra opción para enfrentar la vida y vivirla como es menester, abarcando el ser, el conocer y el querer. “Porque yo soy y conozco y quiero. Soy conociendo y queriendo; conozco que soy y que quiero; quiero ser y conocer.” (San Agustín) No hay forma más coherente que dar rienda suelta a la locura creativa para aspirar a la Gran Obra y trasmutar el mundo en algo mejor.


Tolle, lege:
Organizaremos el desorden, sobre las escaleras de nuestra madrugada,
para reequilibrar la báscula del mundo. Mostraremos los caminos, c
onstruiremos los caminos, abriremos las puertas del Universo.
Ikram Antaki

Para este propósito habéis sido llamados. [...]
Habéis venido en un determinado momento y estáis aquí todos juntos,
parecería que por casualidad, pero no es así.
Creed en cambio que ha sido ordenado de esta manera:
que nosotros, que estamos sentados aquí, y no otras gentes,
encontraremos cómo responder a los peligros que amenazan al mundo
J.R.R. Tolkien




El Alquimista
Julio ’99

Cuando vuelvan los dragones


Cuando vuelvan los dragones

Si volvieran los dragones
a poblar las avenidas
de un planeta que se suicida.
Joaquín Sabina

I

No se equivocan mucho cuando tienen miedo:
siento que podría hacer cualquier cosa.
Sartre

Justificado recelo de aquellos que, sabedores al menos de la estatura de su sombra, se alejan a mi paso y temen por sus miedos y sus certezas. Algo hay de cierto, pues, en la podredumbre de sus conciencias, apelmazada imagen de mentiras hechas carne, que les dicta huir de mi presencia, evitar mis palabras y esquivar mi mirada. Hacen bien al esconderse en sus pestilentes madrigueras ideológicas y refugiarse en la inútil ejecución de un poder que les fue conferido por sus iguales. Han nacido con la mente y el corazón castrados. La esterilidad de sus pensamientos ocupa más espacio en sus vidas que sus pensamientos mismos. Pretenden que la vida sea una eterna teorización sobre el vivir: investigan el mejor ritmo respiratorio, deducen la cantidad idónea de esperanzas y de sueños, dosifican sus ansias y sus ganas, reducen el placer a lo indispensable; en fin, pretenden prepararse para la vida y no se dedican a vivirla.

Digo que hacen bien pues su oportunidad de hacerlo diminuye, la hora del cambio está marcada y, cuando el tiempo se cumpla, la desaparición será la única alternativa al cambio radical. El Nuevo Orden está por venir, y aquellos que me reconocen como su artífice y temen por sus aletargadas vidas tienen razón, pues las rígidas estructuras que fundamentan su existir serán las primeras en desmoronarse.

Inútilmente pretenden resguardar el sopor que confunden con tranquilidad haciéndome tropezar y hasta caer. Pero se niegan a aceptar que no tienen la capacidad de enfrentarme, pues las batallas que yo libro les son ajenas. Nada ganan con su pretendida postura, condescendiente y alevosa, de ser los guías a los que hay que seguir, pues no pertenezco al rebaño que ellos pretenden cuidar; soy, más bien, el dragón que ha de venir a devorarles y destruir su mundo de mentiras.

II

Una lágrima corre,
la tierra me recupera.
Goethe

El tiempo pasa y el dolor se acumula. Va formando cristales de aristas afiladas que rasgan mi alma. Se incrusta en mis ojos y me ciega ante la belleza del mundo, que se disuelve en un angustiante torbellino de dudas y derrotas. Al final, sólo un rastro nauseabundo es testigo de la titánica lucha que mis entrañas padecen con el único motivo de mantenerme vivo, de seguir siendo quien soy, aunque a ratos no sepa con certeza quién soy y porqué he de defenderme.

Con todo, sólo me queda el recurso del poeta que grita desaforado, tratando de convencerse a sí mismo de que es el único que puede llorar hasta inundar los abismos y así poder escapar flotando sobre su propia tristeza. Sólo tengo la esperanza de que escribiendo logre exorcizar mis miedos y escapar de mis prisiones, torturas y verdugos.

Si es cierto que Dios ha puesto la Luz, y a nosotros nos corresponde poner las lágrimas, entonces el tamaño de nuestro sufrimiento es una tragedia en sí misma, incapaz de medirse para profetizar la duración del llanto que ha de venir a saciar toda la luz del mundo y de los mundos por venir. Y el poeta se ha colocado esta tarea en los hombros: llorar más y a conciencia, para acelerar el pago de la deuda de luz que hemos adquirido; ha hecho del llanto su profesión pues, de cualquier modo, el poeta tiene muchas cosas por las cuales llorar.

Siempre podrán escribirse versos más tristes que aquellos que Neruda pretendía tener. Siempre habrá más dolor del que estamos dispuestos a reconocer. Siempre habrá algo que nos hiera más allá de lo imaginado, una soledad asechante, capaz de destrozarnos en sólo unos instantes.

Porque el renacimiento es cotidiano y casi siempre sin sentido. Porque la magia de las horas me abandona con cada intento de desafiarla. Porque la muerte es infinita, como este absurdo retorno, interminable desfile de placeres vedados.

III

Dormimos tan cerca del
tejado que el temblor de una
estrella nos despierta.
Renato Leduc

Si el temblor de una estrella nos despierta es porque comprendemos su lenguaje y a ellas nos debemos. Somos los guerreros que implantarán el Nuevo Orden y darán sentido a los cambios y las revoluciones. Renacemos antes de haber muerto por completo, pues nuestras vidas son metáforas incomprensibles para la gran mayoría. Habitamos el corazón del mundo, somos sus sentimientos y sus pasiones. Viajamos ocultos por el aliento del dragón que resguarda nuestra voz y nuestros cantos. La luz de los amaneceres presagia el callado encanto del Gran Amanecer por venir.

Habitamos la noche, todas las noches, pues en ellas se ocultan nuestros enemigos. Iluminamos al mundo con pequeñas hogueras en el cielo mientras el sol retorna. No hay hombres de tanta confianza en la desgracia, de tanta similitud con el olvido, como nosotros. Somos rebeldes como todo espíritu analítico debe ser.

Creemos que ser humano es también un deber, por eso y, teniendo el valor suficiente como para que no se nos tome por lo que no somos, dejamos de pensar en la vida y hemos decidido vivirla, pues podemos decir sin jactancias que la vida es lo mejor que conocemos.

Vivimos en el silencio pues la palabra es nuestra mejor aliada, nuestra arma más poderosa. Así, tratamos de que en medio del gran estallido que alimenta nuestras mentes y corazones, sólo la Belleza, el Bien y la Verdad construyan nuestros sueños y alimenten nuestras alas.

El Alquimista
Julio ’98

El Camino Secreto

El Camino Secreto

El camino secreto va hacia dentro.
Novalis

I

¿Cómo no había yo de ser un lobo estepario
y un pobre anacoreta en medio de un mundo,
ninguno de cuyos fines comparto, ninguno
de cuyos placeres me llama la atención?
Hermann Hesse

Es curioso, pero las noticias de mi soledad siempre llegan en pequeñas multitudes. Vienen a mí como la confirmación de algo que sabía hace tiempo: mi destino es estar solo. Y no hablo de vivir sin compañía, aislado y en la sombra. No. Hablo de saberse solo, sin iguales; de ser autodidacta en vez de discípulo; de no tener punto de comparación por ser algo que no ha existido nunca; de salirse de estándares y predicciones; de ser la conjetura en vez de conjeturar. Hablo de la soledad de saberse ajeno al mundo.

Y aunque estoy solo, no soy el único. Somos una tribu de guerreros que vagamos por los mundos recogiendo estrellas y construyendo fantasías. En nuestros ratos de ocio edificamos castillos y coleccionamos basiliscos, pero por lo regular vamos espada en mano matando certezas, regalando nombres, ayudando a parir quimeras y sembrando preguntas. De vez en cuando nos reunimos a compartir experiencias y existencias, a planear la próxima estrategia, a iniciar a un nuevo guerrero o a aullarle a la luna llena.

Somos los eternos inconformes, los artífices del cambio y de las revoluciones. Por eso nuestra presencia suele incomodar a las mentes sosegadas y saciadas. La razón, la imaginación, el saber, son nuestras armas; y viajamos montados en grandes dragones que nos enseñan a platicar con el Mundo. Nuestras batallas son cotidianas y se encaminan a construir el Nuevo Orden; y aunque la Perfección esté fuera de nuestro alcance, no nos detenemos a pensar en esos detalles.

II

Aprendí a caminar, y desde entonces corro.
Aprendía a volar, y desde entonces no tolero
que me empujen para pasar de un sitio a otro.
Friedrich Nietzsche

A pesar de saber que debo conceder un último deseo antes de partir, por momentos las dudas son lo único seguro. Mi capacidad y destreza se ven cuestionadas por propios y extraños. Las expectativas de los demás suelen ser asfixiantes y dolorosas. Y la incomprensión de los seres queridos lastima y puede llegar a ser un lastre si no tengo cuidado.

No soy el niño prodigio, orgullo de la familia; ni tampoco el respetado ejecutivo junior con todas sus ansias apagadas. Sé que algunos preferirían verme con los bolsillos llenos y en la boca sólo un silencio de muerte. Les haría felices mirarme con el alma amortajada; anémico de poesía. Están dispuestos y presurosos a no escuchar mi voz, mi llanto y mis locuras con tal de escuchar a cambio los elogios vulgares de los cuerdos.

Sé que mi estilo de vida no complace a muchos; y aunque puede llegar a importarme no logrará hacerme cambiar. Las explicaciones sobran cuando los oídos cierran la entrada al corazón. No voy a hacer o dejar de hacer algo porque otros me lo digan. Mis únicos consejeros son el Sueño y la Gran Obra, todo lo demás es accesorio.

Algunos me dirán que soy egoísta por poner mis sueños por encima de la tranquilidad de los demás. Otros se rasgarán las vestiduras ante tanta blasfemia. Algunos más dirán que dicen lo que la Virgen les dijo que dijeran. Habrá los que me juzguen y condenen a vivir su propia vida. Pero sólo quiero que sepan que volaré con ellos, sin ellos o a pesar de ellos, hasta derretir mis alas y tragarme la Tierra.

III

Cansados de los eternos intentos de atravesar la
materia cruda, elegimos otro camino y quisimos
apresurarnos hacia lo infinito. Entramos en
nosotros mismos y creamos un mundo nuevo.
Henrik Steffens


El retorno al hogar comienza en la hora santa de la locura. Es un viaje sagrado que nos aleja del mundo y nos entrega a cambio el universo. Nacer es morirse de ganas de crecer; es cambiar de piel y de nombre; es andar el camino secreto; es tatuarse el alma y borrar la memoria de vidas pasadas; es tirar el mundo a la basura y construirse uno a la medida.

Tengo que descender a los abismos de papel a recolectar los fragmentos, para llevarlos luego a la superficie. Una vez afuera, es necesario quitarles el barro y el óxido, lijarlos y pulirlos. Pero no siempre es tan fácil; a veces me encuentro con seres que me atacan y no me dejan salir o, peor aún, quieren salir conmigo. Otras veces me pierdo en las inmensidades de lo inefable; y no hay peores sufrimientos que aquellos que no tienen nombre.

Y si vivo caminando al borde de un abismo roto es porque no soporto ser esclavo de la gravedad, y prefiero desafiarla y pensar que cada instante sin caer es una victoria. Sin embargo, por momentos prefiero lanzarme al vacío para evitar el riesgo de caer. Y si a veces lloro es solamente para que no se muera el mar. Y si a ratos me desgarro el pecho es tan sólo para dar de beber a las estrellas. Y si hiero el papel y me desdibujo para pretender guiar una avalancha de tinta, es porque entre vivir y escribir nunca admití una clara diferencia. Y si me empeño en gritar y cantar es únicamente porque el silencio de los espacios infinitos me aterra. Y si mi voz suena plañidera y quejumbrosa es porque todo cuanto siente, en mí sufre y está como preso, y me es imposible callar esos lamentos.

Es así como vivo contemplando, desde dentro y desde fuera, el interminable desfile de mundos. Tratando de escucharlos a todos para conocer, por fin, el Nombre Impronunciable.

El Alquimista
Julio ‘97

jueves, 12 de julio de 2007

Recuento

Recuento
(A manera de regalo)

No pienso rebelarme contra mi enajenación.
L. E. Aute

Quien coloca por encima de todo la
tranquilidad de sus allegados debe renunciar
por completo a una vida guiada por las ideas.
A. Chéjov

Muero como un soldado, lloro como un guerrero.
León Felipe

Sólo demasiado lejos es suficientemente lejos.
Ursula K. Le Guin


Hace tanto tiempo que no escribo acerca de mí y de lo que me pasa, que no sé cómo empezar. No sé si tratar de definirme, o hacer un inventario de lo que he sido, o enlistar lo que quiero llegar a ser, o tratar de encontrarme a través de mis dudas.

Rondo ya (¿apenas?) los veinticinco y mi vida está tan plagada de incertidumbres, de ansias insatisfechas, de embriones de proyectos, de semillas sin germinar, de cielos inconquistados, que por momentos me invade una angustia que llena todo de gris y trata de aplastarme hasta borrar mi presencia incluso de la memoria de los que me han conocido. Y es entonces que, recapitulando, miro hacia atrás, al camino que ya he recorrido, tratando de saber quién soy. Y es también entonces cuando, haciendo intentos por definirme, logro sacar fuerzas de mí mismo para continuar con el ascenso.

Y entre mi pasado más reciente, aquél que alcanzo a recordar, existe un momento en el que logré desprenderme de un buen número de grilletes y de vendas, para romper un importante cascarón. Fue en esa ocasión, hace un año aproximadamente, que nació un curioso ser que ya gritaba desde años atrás y que no había logrado hacerse escuchar. Se trata de un personaje al que yo bauticé como El Alquimista, y que ha venido a llenar un vacío abismal y a conciliar a otros tantos seres que habitan y habitarán en mí. Este individuo es tan importante en mi vida, que hoy quiero hablarles de él, con la esperanza de que él pueda hablarles de mí.

He de empezar por su nombre: El Alquimista. La Alquimia es la ciencia, el arte, y quizá la magia, de transformar el plomo en oro, lo indeseable en deseable, lo impuro en puro, lo imperfecto en perfecto. Es, en resumen, el poder de la transmutación. Y he ahí que El Alquimista tiene por misión hacer de mí un mejor hombre, transmutarme hasta ser una estrella y más allá. Tiene la titánica tarea de perfeccionarme y purificarme, y el camino que se ha trazado y ha escogido para mí es el de las letras: en la lectura de ellas pero, sobretodo, en la creación de belleza al colocarlas en el orden adecuado. Ha desenterrado y redescubierto para mí la filosofía, la retórica y el arte. Me ha enseñado a hablar con voz propia, aunque muchas veces me presta la suya. Me ha obsequiado con las primeras claves para saber mi único y verdadero nombre, y ha logrado levantarme cuando he caído. Me ha dado pies ligeros para recorrer el camino de la verdad.

A lo largo de este año que lleva ya conmigo, El Alquimista, primero que nada, me hizo despertar de mi sopor:

una lágrima ha borrado mi nombre, hasta hace un momento claro y preciso, para convertirlo en una mancha fugaz y huidiza, que se filtra por el papel del mismo modo que mis sueños por esta vida que arrastro hace tiempo.

Nuevamente me invade esta extraña sensación que empieza a dejar de serme ajena: es presencia constante y ausencia inagotable. Es fuente de origen y mar de destino. Es conciencia paradójica de todo lo que me niego a aceptar. Es conflicto y solución en sí misma. Es terreno inconquistable y acariciante. Es motor de mis motivos y angustia de mis horas...

; me destrozó, para luego fundir mis pedazos y volver a construirme:

Es tan difícil decir cómo me siento cuando el universo entero estalla entre mis manos, cuando el sol parece haberse detenido, cuando nada obedece la norma. Cómo saber si esta angustia tiene nombre, cuando el sólo respirar me duele tanto y me parece una deuda impagable, cuando hasta mi sombra me traiciona y se vuelve contra mí. Cómo escapar de la utopía a la que siempre he tenido miedo. Cómo encontrar el camino de regreso a casa.

Preguntas por mí cuando no sé ni mi verdadero nombre, cuando recién he despertado, cuando la consciencia me golpea inmisericordemente. No me dejes dormir en la espera, no me dejes dormir sin soñar. No me pidas definirme cuando lo que quiero es no caerme. Destrózame si quieres, pero dame tiempo para respirar. Quiero ser universal sin llegar a ser apátrida. Quítame estos grilletes que me lastiman, ya no los soporto; deja que suelte ya estos lastres, de nada me han servido. Déjame nacer de una vez por todas...

Son muchas las historias que me pertenecen. Tengo mil voces que claman dentro de mí. Un millón de sueños se escapan silenciosos hasta volver a encontrarse con sus raíces. De muchas formas me han llamado pero uno sólo es mi nombre. Todos los ríos corren dentro de mis venas, y se desbordan cayendo en estruendosas cascadas dentro de mi cabeza. Infinidad de lunas han iluminado mis noches de suplicio y soledad. Ejércitos de nubes han velado mis días felices a lo largo de mi existir. Mis pies han recorrido países enteros, y sin embargo, los invade la nostalgia de todos aquellos mundos que esperan por mí. Torrentes de sentimientos han moldeado y erosionado mi ser, convirtiéndolo por momentos en sólo arena fina. Muchos son los que han intentado acabar conmigo, pero lo que soy es más poderoso que yo mismo, y esta historia no ha hecho más que comenzar...

; me hizo renegar y blasfemar:

Si mi destino es errar por qué sigo aquí anclado, por qué no me he ido aún, por qué me dejas echar raíces cuando podría no sentir tanta nostalgia, por qué he de permanecer atado, por qué todavía no se a dónde me dirigiré, por qué he de seguir bebiendo este amargo brebaje con la engañosa esperanza de que servirá para nutrirme, por qué me haces perder el tiempo con tantas distracciones. Por qué me he despertado a esta hora de la madrugada cuando mi tren sale hasta medio día, para qué despertar tan temprano si he de esperar hasta que llegue la hora, sin saber sin embargo cuál es esa hora.

Si mi destino es errar entrégame ya mis alas, dame un sobrenombre interesante, aligérame el equipaje, tramita pronto mis pasaportes, arráncame de una vez de aquí, muéstrame los caminos y puentes que he de cruzar; condúceme a la nueva tierra que espera por un nombre, una historia, una plegaria; apresta ya mis botas aventureras que ansiosas esperan hollar nuevos caminos; adelanta mi reloj, que se detiene perezoso, retrasando demasiado la hora de mi partida.

De otro modo, por qué esta ansiedad, por qué sentir tanta prisa, por qué no estar conforme, por qué seguir fingiendo. Por qué anunciar mi salida con tanta anticipación. Por qué me diste estos pies tan ligeros y este corazón vagabundo, por qué la impaciencia de conocer cosas nuevas, por qué mi cabeza nunca se está quieta, por qué este espíritu de nómada, por qué me incomoda la paz del hogar, por qué extraño tanto algo que nunca he realizado, por qué todo me sabe a viejo, por qué me hace daño tanta quietud, por qué siempre tengo ganas de volar...

; me dio, como ya dije, una voz propia:

Sé que me gustaría sonar como una gran catarata, aunque por el momento no suene mas que como un murmullo de humedad. Me gustaría sonar como una tormenta huracanada, aunque no alcance a ser más que el pronóstico de un día nublado. Me gustaría sonar como un buen blues, pero la mayoría de las veces sólo consigo lamentos aislados. Quisiera darle a mis letras una voz como el rugido de un dragón, como el silencio de la montaña, como el amanecer en la jungla, como el llanto de la tierra, como la luz de la luna reflejada en una gota de rocío, como la arena del mar. Me gustaría gritar como la brisa del Mediterráneo, como las llanuras de Nazca, como los megalitos de Stonehenge, como una noche en las ramblas, como el desierto de Australia, como los fiordos noruegos, como el bosque de los unicornios...

; y me dijo por qué me gusta tanto viajar (entre muchas otras cosas más):

El único sentido de un viaje es viajar sin importar el destino, sin importar tanto el a dónde como el por dónde, con quién, por qué.

A final de cuentas, lo único que realmente se necesita, son unas botas cómodas, una chamarra abrigadora, un buen libro, un ánimo dispuesto a todo y un cuaderno y una pluma cómplices y confidentes.

Cómo se extraña esa sensación de libertad, ese andar sin lastres, palpar el viento con el rostro completo, esa incertidumbre que enardece, el mirar un horizonte distinto a cada instante, acabarse el camino a bocados, alcanzar las nubes con sólo desearlo, contemplar las estrellas por puñados, admirar un paisaje sin censuras, saberse vagabundo y errante, olvidarse de las rutinas y los protocolos, entonar la canción que se prefiera.

Así, después de este recuento, sé que me falta mucho camino por recorrer; pero ya sé a dónde he de dirigirme. Sé que mis pies ya ansían hollar dichas sendas, pero sé también que éstas habrán de esperarme el tiempo que sea preciso. Hoy sé a dónde he de volar, y mientras llegue el momento, estaré fortaleciendo mis alas y nutriendo mis sueños...



Iván Camacho Anguiano,
El Alquimista
Julio ‘96