Usurpando el pasado
(Texto antefechado)
(Texto antefechado)
Hay tiempos para escribir y tiempos
para convertirse en el que escribirá.
Jean Rostand
Destino boreal
Llevaba mucho tiempo
de perseguir su destino
como para no saber que
lo estaba encontrando.
Ángeles Mastretta
Destino con nombre propio. Destino preciso e inconfundible. Destino más allá de lo soñado. Destino propio de un poeta. Destino entre dunas. Destino que fue por mí. Destino que dio fruto en el desierto.
No podía ser de otra forma, pues, ¿qué sentido podría tener para nosotros un acontecimiento que no nos aplastara? Y aplastante en verdad fue cerrar las maletas en la casa de la infancia y volver a abrirlas en la casa del destino. Nos dimos cita en el desierto antes de proseguir nuestro viaje. Más que boreal, hiperbóreo, habría de ser nuestro hogar. Fue así como supe de las distancias; del fragor de la tierra; del sentido de un tatuaje; de cuarenta semanas de espera; de las causas de por vida; de lo que pueden gritar tres pares de ojos; supe que todas las cosas le suceden a uno precisamente, precisamente ahora; supe, en fin, que la aventura comenzaba.
Y después de todo puedo afirmar que soy feliz; que volví a nacer; que acabo de despertar; que por fin llegué a casa; que el norte es mío; que soy y que sigo...
Para él, poca es una tierra.
Campanella
La vida me obsequió la paternidad de una forma particular (hay quien dice que no hay otra forma): me regaló la mirada profunda y asertiva de un pequeño de rubios rizos, encarnación saintexuperiana, metáfora de la voluntad y la vehemencia, compendio de mis sueños, compañero ancestral y futuro. Hace no mucho me fue dado ser padre de un pequeño con mi nombre, al que llamamos Rodrigo, para abreviar... Y es para abreviar que menciono sólo algunos temas de entre la larga serie de conversaciones que él y yo hemos mantenido. Demostrando que no sólo Adeodato es capaz de agudezas en el pensar, puedo decir con orgullo que Rodrigo y yo hemos charlado acerca de la transmigración de las almas ¿cuando nos morimos, llegamos con Dios con la misma ropa?; teología ¿quién hizo a Dios?; mitología comparada ¿quién pasa más tiempo descalzo, José o Tarzán?; historia sagrada ¿la tierra prometida es donde mana la leche y la miel?; cosmología ¿de qué color es el infinito?; anatomía ¿yo tengo penecito o pipirruchi?; lingüística ¿dice nego porque no sabe decir nero?; metafísica ¿para qué hizo Dios a los hombres?; diálogos platónicos ¿qué es la justicia? Y me llamó papá y me supe hombre.
La batalla y la tregua
La íntima orgía de parir es,
más que un dolor,
una batalla que por fortuna
se olvida con la tregua.
Ángeles Mastretta
Me fue dado espiar a mi alter ego in útero, al pequeño retoño de mis más profundos sueños, a un espejismo de carne futura, sentencia de las dichas, ángel anunciado, semilla germinada en el amor, ternura prometida desde siempre, altura contenida en el vientre, extensión de la dulzura de su madre, dibujo de escalas estelares, preludio de la magia de la vida, el mejor de los sueños compartidos: Miranda, mi hija.
Sobra decir que sobran las palabras. Sobra y no me importa. Sobra y lo hago con más brío. Nada que diga puede contener los sentimientos engendrados al escuchar su corazón, al adivinar su perfil, al saberla cerca... No es mi intención agregar a la infinita serie un símbolo más, y sin embargo es mi obligación cantarle a la vida que se gesta en la mujer de mi vida. Dualidad y duplicidad encarnadas, Hera y Diana, Leda y Helena... madre y doncella, esposa e hija, origen y destino, mar y manantial.
A los interesados en los detalles les digo que nació junto con la primavera; a los poetas les digo que alisten sus plumas; a los héroes les digo que pulan sus armaduras; a los artistas les anuncio que la belleza tendrá rostro y nombre; a los sabios les grito que nacerán con ella mil misterios; y al viento le susurro un nombre para que lo lleve al mundo entero: Miranda. Y aunque parece un bebé, para nosotros es, al menos, la luz encarnada; la dicha vestida de amarillo; la paz en mameluco; la verdad de ojos grandes; la belleza con pañales; el porvenir de cuatro kilos; la esperanza despeinada; musa cachetona; Venus de bolsillo; el amor que cabe entre los brazos. . .
La batalla es sangrienta, dolorosa y angustiante. La lucha es contra la naturaleza y los refuerzos son casi sólo testigos. Es una batalla de bienvenida y de reencuentro; es la luz para una nueva persona; es el estreno de un cuerpo, una familia y un mundo; es la firma de un tratado vitalicio, de amor, comprensión y apoyo; es un sumar existencias y multiplicar vidas. Angustia en la piel. Sangre en el pensamiento. Tranquilidad en tres dosis. El dolor de la creación. La musa de los cuerpos nuevos. El ansia por el futuro inaugurado. La magia inefable de asistir. La experiencia íntima y pública. Los sinodales de la fe. El miedo, siempre el miedo de perder. Y la tregua... qué decir de la tregua si dura por siempre.
Al firmar el armisticio, quedó estipulado que mi parte era ser padre. Y es así como me descubro validado. Todo mi ser tiene sentido sólo para darme a estas nuevas miradas; lo que hice fue para saber hacer y compartir; lo que supe fue para afrontar y enseñar; lo que soy es para ser con ellos, para estar, para resistir el cuestionar cotidiano de su presencia. Es un regalo que nadie merece y para el cual nadie está a la altura. Pero es una gran oportunidad de crecer y de hacer algo realmente vital. Es una obra de vida y de por vida. Es lo más importante que llegaremos a construir.
Nos corresponde ser arquitectos que proyectan y supervisan. Así como albañiles que colocan ladrillo tras ladrillo, que confiarán en la calidad de su mezcla: proporción adecuada de presencias, libertades, ejemplos, ayudas, caricias, correcciones. Somos también líderes de manada, encargados de proteger, abrigar, alimentar y guiar a nuestros cachorros. Debemos buscar guaridas, cazar alimento, lamer heridas, ahuyentar enemigos, dirigir la migración. Somos capitanes que imponen disciplina, reglas, promociones y castigos. Seleccionamos las campañas y adiestramos a nuestra tropa; dirigimos el combate y replanteamos estrategias.
Somos cuentacuentos, valet personal, cocineros, lavanderos, velasueños, enfermeros, maestros, compañeros de juegos, cronistas, adivinos, domadores y cirqueros, animadores, intérpretes, catadores, consoladores profesionales... padres de tiempo completo.
Escape de la humana condición
La escritura metódica
me distrae de la presente
condición de los hombres.
Borges
El escape tiene lugar ahora, justo ahora que escribo estas líneas, y que es el mismo momento en que las lees. El escape no es para siempre sino cada vez. Nuestra verdad posible tiene que ser invención, es decir escritura, literatura... Literatura escrita o leída. Textos alados, palabras perfumadas, letras redentoras. Grafía de, desde y para el corazón. Tinta o píxeles; pluma o teclado; papel o fugaz pantalla de cristal líquido; lo vital es la escritura, lo trascendental es la lectura, la evocación posible y la posible mirada que despierta el ser que duerme en cada nombre; y el hombre que un día me nombre, y haga de mi nombre de nuevo un hombre que habite para siempre entre los hombres.
¿Quién vertebró los sonidos que preñan mis manos? ¿Será acaso de sangre el parto o de música el alumbramiento? ¿En qué confín, de cuál corazón, habrán de habitar los seres que aprendan a caminar sobre el papel? ¿En qué lengua se cantarán las sagas de la heroica legión por nacer? ¿Sobre qué celulosa habrán de erigirse sus túmulos y estandartes? ¿De quién serán las manos que armen el primer ejemplar?
El dragón en la mirada
Un dragón asecha purpúreo
en el abismo de su mirada.
Nietzsche
El aprendiz de alquimista, en un curioso doblez del ars magna, descubre asombrado que existe entero y separado del corporal engrane donde sufre figura. Comprueba que su alma habita otras formas además del crisol y el viejo atanor; que hay más cuerpo en el Dulce que en la Sal; que duelen más los planetas de esa noche que respira, que aquellos otros que pretendieron guiarlo a través de la gran obra. Supo que un dedo atado con tinta dice más que los papeles que pretenden atarnos. Entendió que el amor tiene nombre y le fue concedido conocerlo, pronunciarlo, y ser escuchado. Comprobó en carne propia las palabras del apócrifo evangelista cuando sentencia que ”grande es el misterio del matrimonio, porque sin él el mundo no habría existido. Pues la existencia del mundo depende del hombre y la existencia del hombre depende del matrimonio.”
Comprendió al fin que, aunque Dios debe guardar a los muchachos tristes de las mujeres hermosas, algo había cambiado. El cambio no era, evidente y afortunadamente, en la hermosura de aquella mujer que tocó a su puerta. El cambio debía ser en el exilio de su tristeza, su angustia y su dolor. Y al final, por un breve instante, en el latido de aquella carne se volvieron vida todas las anteriores muertes de Iván el Alquimista.
La perla del desierto
Donde el viajero debe usurpar
las horas de la noche, pues
el fervor del día es intolerable.
Borges
La historia tuvo lugar en la ciudad con nombre pétreo. La ciudad de la laguna inexistente, del algodón y las uvas, del río seco, de las grandes calles. El fuego solar nos acompañó todos los días y algunas noches. La cita familiar se completó y sonó la hora de partir de nuevo. Metimos nuestra vida en cajas de cartón. Mudamos nuestros recuerdos al sitio de los futuros prometidos. Caminamos un poco más, ahora juntos, ahora para siempre juntos. Dejamos atrás un par de miedos, un patio perfumado de azahar, la casa universitaria, los primeros días escolares, dos partos, una firma y otras más, las dunas y la magia del sitio donde se cumplió el sueño. Tenemos por delante otra ciudad, otro paisaje y el doble de naranjos. Confiamos en que también la dicha sabrá multiplicarse pues, a fin de cuentas, hemos vuelto a casa...
El Alquimista
Julio '01