viernes, 3 de septiembre de 2010

La Teoría Final

El pecado no consiste tanto en saber
(a este respecto todo el mundo es inocente)
 como en desear saber.

Albert Camus

 Dice Ludwig Wittgenstein que “en toda la visión moderna del mundo subsiste el espejismo de que las llamadas leyes de la naturaleza son explicaciones de los fenómenos de la naturaleza.” Y es posiblemente esta visión la que ha llevado a pensar en la existencia futura de una única Ley que explique cuanto sucede en la naturaleza. Por su parte, Steven Weinberg apunta que “lo más que podemos esperar para la ciencia es que seamos capaces de rastrear las explicaciones de todos los fenómenos naturales hasta leyes finales y accidentes históricos”; lo cual ya sería bastante, por no decir demasiado.

El mismo Weinberg afirma que de vez en cuando, las abstracciones matemáticas, los datos experimentales y la intuición física convergen en una teoría precisa sobre las partículas, los campos y las simetrías. Y agrega: “Nuestras teorías actuales son de validez limitada, provisionales e incompletas, pero tras ellas observamos, aquí y allá, retazos de una teoría final que sería de validez ilimitada y enteramente satisfactoria en su perfección y consistencia.” Explica que esta teoría final será final en un solo sentido: supondría el fin para cierto tipo de ciencia, la vieja búsqueda de aquellos principios que no pueden ser explicados en términos de principios más profundos. En buena medida, esta teoría nos acercaría al reino de la utopía científica, por llamarla de algún modo, en donde hay una sola respuesta a todas las preguntas existentes y posibles. Y aunque se prevé que pueda tener semejanza con las actuales teorías de cuerdas, lo cierto es que muchas de las explicaciones, acerca de por qué el universo es como es y no de otra forma,  llegarán a lo que se conoce como el principio antrópico, que afirma que las leyes de la naturaleza deberían permitir la existencia de seres inteligentes que puedan preguntar sobre las leyes de la naturaleza. La idea de un principio antrópico comenzó con la observación de que las leyes de la naturaleza parecen sorprendentemente bien ajustadas para la existencia de la vida. Al igual que en la interpretación de los muchos mundos de la mecánica cuántica, la función de onda del universo se divide en un gran número de términos, en cada uno de los cuales las constantes de la naturaleza toman valores diferentes. En cualquier teoría de este tipo, resulta de simple sentido común el que nos encontremos en una región del espacio o en una época de la historia cósmica o en un término de la función de onda en el que las constantes de la naturaleza resulten tener valores favorables a la existencia de la vida inteligente.

Este optimismo tiene su origen, principalmente, en el estudio de las llamadas partículas elementales y de la mecánica cuántica. Los científicos que trabajan en estos campos están convencidos de que actualmente la ciencia se acerca al punto en que todas las explicaciones convergen. Y aseguran que si existe algo en nuestra comprensión actual de la naturaleza que es probable que sobreviva en una teoría final, ese algo es la mecánica cuántica. A pesar de que todo el mundo está de acuerdo en cómo utilizar la mecánica cuántica, existen serias discrepancias sobre lo que estamos haciendo cuando la utilizamos. A pesar de ello, decíamos, la importancia histórica de la mecánica cuántica no reside en el hecho de que proporciona respuesta a gran número de viejas preguntas acerca de la naturaleza de la materia; mucho más importante es que cambió nuestra idea de las preguntas que podemos plantear. Se empieza ya a sospechar que todas las cuestiones profundas sobre el significado de una medición son realmente cuestiones vacías, a las que nos obliga nuestro lenguaje que evolucionó en un mundo gobernado muy aproximadamente por la física clásica.

Pero volviendo al tema de la posibilidad de una teoría final, podemos afirmar que probablemente no sabremos las preguntas correctas hasta que estemos cerca de saber las respuestas. Sería inadmisible para nuestras teorías tratar con elementos que, en principio, no pudieran ser nunca observados. Pero ¿cómo podemos tener esperanzas de construir una teoría basada en observables cuando ningún aspecto de nuestra experiencia, quizá ni siquiera el espacio y el tiempo, aparecen en el nivel más fundamental de nuestras teorías? La naturaleza, tal como la conocemos, representa sólo una solución de todas las ecuaciones del modelo estándar, y no supone ninguna diferencia qué solución sea con tal de que todas las diferentes soluciones estén relacionadas mediante principios de simetría exacta.

Es difícil imaginar que podamos estar alguna vez en posesión de principios físicos finales que no tengan explicación en términos de principios más profundos. En una teoría lógicamente independiente cualquier constante de la naturaleza podría calcularse a partir de primeros principios; un pequeño cambio en el valor de cualquier constante destruiría la consistencia de la teoría. La teoría final sería como una pieza de porcelana fina que no puede deformarse sin hacerse añicos. Aunque podamos seguir sin saber por qué la teoría final es verdadera, sabríamos, sobre la base de la matemática y la lógica puras, por qué la verdad no es ligeramente diferente. Todas las posibilidades podrían realizarse como consecuencia de alguna teoría realmente fundamental como la cosmología cuántica, pero esto aún nos dejaría con el problema de comprender por qué la teoría fundamental es la que es. Como una posibilidad extrema, es posible que sólo haya una teoría lógicamente independiente, sin ninguna constante sin determinar, que sea compatible con la existencia de seres inteligentes capaces de maravillarse con la teoría final. Si pudiera demostrarse esto, entonces estaríamos lo más cerca que se pudiera esperar de una explicación satisfactoria de por qué el mundo es como es.

viernes, 19 de febrero de 2010

Tiempo, cuentas y cuentos

Hay una cosa que se llama
tiempo, Rocamadour, es como
un bicho que anda y anda
.
JULIO CORTÁZAR
“RAYUELA”

¿Qué es el tiempo?
No hay respuesta para el tiempo,
estamos en él y asistimos, nada más.

JOSÉ SARAMAGO

    Como bien decía San Agustín, sabemos qué es el tiempo mientras nadie nos cuestione acerca del mismo. No podemos hablar sin hacer uso de expresiones relacionadas con el tiempo, y esto parece no causarnos ningún problema; sin embargo, en cuanto tratamos de explicarlo, no atinamos a dar una respuesta satisfactoria o, al menos, clara. Trataremos aquí de hacer un breve recorrido por algunas de las ideas principales que existen con respecto a este tema.

    Comenzaremos por las tesis del propio San Agustín, que ya en el siglo IV afirmaba que había tres tiempos, a saber: presente del pasado (la memoria), presente del presente (la visión), y presente del futuro (la espera). Considerando la medición del tiempo como una de sus características más notables, se cuestiona ¿cómo lo medimos si no tiene espacio?, afirmando al mismo tiempo que se le mide cuando está pasando, pues de otro modo no sería posible:

Mas ¿dónde y por dónde y hacia dónde pasa cuando se le mide? ¿De dónde más que del futuro? ¿Por dónde más que por el presente? ¿Hacia dónde más que hacia el pasado? Pasa, por consiguiente, de lo que todavía no es, por lo que carece de espacio, a lo que ya no es.

    Basándose en que lo único que existe es el presente (y por lo tanto, lo único que  puede tener duración), pues el futuro aún no es y el pasado ya no es, nos dice que un futuro largo es una larga espera del futuro; del mismo modo que un pasado largo es una larga memoria del pasado. De este modo, al ejecutar nosotros una acción, ésta comienza siendo una espera, hasta el momento en que se inicia y, a partir de ahí, la espera disminuye mientras crece la memoria, hasta que se agota del todo la espera cuando la acción termina por completo y pasa toda a la memoria. Así, el presente (y por consiguiente el tiempo real), vendría a ser una especie de “zona de transición” en donde el futuro se convierte en pasado, pudiéndolo conceptualizar como una intersección geométrica entre las líneas (¿planos?) del pasado y el futuro, no teniendo existencia más que en función de éstos y gracias a éstos que, por otra parte, no existen más que como categorías mentales (memoria y espera). ¿Dónde queda entonces la duración del tiempo y su medida, tan familiar a todos nosotros?

    Según Bergson tenemos una experiencia íntima y directa de la duración, siendo ésta, incluso, un antecedente inmediato de la conciencia; el presente es una nada pura que ni siquiera logra separar realmente el pasado y el porvenir. Bergson defiende un tiempo continuo en donde la duración es la única realidad, y en el que todas las acciones son llevadas a cabo.

    Sin embargo, Roupnel, y posteriormente Bachelard, defienden la idea de que el tiempo sólo tiene una realidad: la del instante. Siendo ésta una realidad afianzada en el instante y suspendida entre dos nadas. Así, el tiempo deja de ser un ente continuo y pasa a manifestarse, discontinuamente, a través de instantes. Roupnel nos dice que “hay una identidad absoluta entre el sentimiento del presente y el sentimiento de la vida”. De este modo, el ser se traslada de instante en instante, sin llevar ninguno consigo mas utilizándolos a todos, en una estricta y exhaustiva secuencia.

    Este instante no tiene duración en sí mismo, y tendría su equivalente geométrico en el punto adimensional que, sin embargo, es capaz de agruparse formando líneas susceptibles de medición. Siguiendo esta analogía, la duración del tiempo sólo tendría sentido en un contexto estadístico, compuesta de conjuntos de instantes sin duración. Del mismo modo, el intervalo entre dos instantes es sólo un intervalo de probabilidad (no de tiempo, pues no se puede medir la nada existente entre ellos): cuanto más se alarga, hay mayor probabilidad de que venga un instante a terminarlo.

    En este contexto, el concepto de “siempre” pasaría a ser sustituido por el de “todas las veces”; el pasado viene a ser un hábito por medio del cual el ser se repite en cada instante para no perder su identidad; y el futuro  (la duración continua) sólo tiene sentido si existe progreso estético o moral.

    Resta la postura de la física que, a pesar de la relatividad y de la posibilidad de viajar en el tiempo, viene a ser la más sencilla. Al ser la ciencia una disciplina creadora de modelos que puedan explicar satisfactoriamente los sucesos del mundo, el concepto de tiempo no tiene por qué ajustarse a la realidad en cuanto tal sino, más bien, comportarse de una manera ideal para poder estudiarlo y relacionarlo con otros conceptos. El comportamiento ideal difiere del verdadero sólo en grado, no en especie, constituyendo así un modelo manejable.

    De este modo, el tiempo sólo tiene sentido en la medida en que sucedan cosas que nos permitan notar que el tiempo ha transcurrido. Los sucesos quedan así ordenados en una sucesión sobre un tiempo unidimensional, más no por ello irreversible. Estrictamente, no hay evidencia en las leyes del movimiento, mecánicas o electromagnéticas, que nos impidan hablar de un tiempo reversible. La única evidencia física es un concepto llamado entropía, y que tiene que ver con el desorden existente en el universo: conforme pasa el tiempo, la entropía del universo aumenta, manifestándose, entre otras formas, en la expansión y separación de las galaxias.


Medición del Tiempo
La vida es breve, el arte vasto,
la oración instantánea y
el experimento incierto.

UMBERTO ECO

    Dejando a un lado las diferentes consideraciones con respecto a la naturaleza del tiempo, no escapa a nuestro entendimiento que es necesario coincidir en una forma de medir su duración. En este sentido, el segundo es la unidad aceptada internacionalmente como medida de tiempo. Pero, ahora surge una nueva pregunta: ¿cuánto dura un segundo y cómo se determina? En un principio, se utilizó un segundo solar, basado en el movimiento de la tierra alrededor del sol. Así, el segundo solar medio fue definido como la fracción 1/86,400 de un día solar medio, que a su vez era un promedio de la duración de los días en un año llamado tropical (el tiempo entre dos equinoccios primaverales sucesivos).

    Pero este segundo solar, debido a las características cambiantes del movimiento terrestre, dejó su lugar para dar paso a un segundo basado el la radiación electromagnética; concretamente, la emitida por el cesio 133. El tren de ondas proporciona una serie natural de sucesos (crestas, valles, etc.) regulares. Así, el segundo se definió como la duración de 9,192’631,770 periodos de radiación del cesio.

    En lo que se refiere a medidas de tiempo más largas, el patrón de tiempo varía enormemente. Como ejemplo baste mencionar que para los hindúes, la unidad de medida del ciclo más pequeño es el yuga o edad. Un yuga está dividido en una aurora y un crepúsculo que enlazan las edades entre sí. Un ciclo completo, o mahayuga, se compone de cuatro edades de duración desigual, de las cuales la más larga se encuentra al principio del ciclo y las más corta al final. Así, la primera edad o Kritayuga dura 4,000 años, la tretayuga dura 3,000 años, la dvaparayuga dura 2,000 años y la Kaliyuga sólo 1,000 años. Por consiguiente, un mahayuga dura 12,000 años. si cada uno de estos mahayugas se considera como un año divino, tenemos que para un ciclo cósmico completo (con 360 años divinos) son necesarios 4’320,000 años. Un millar de mahayugas constituyen un kalpa; 14 kalpas hacen un manvantara, que vendría a ser algo así como una semana en la vida de Brahma, para el que cada kalpa es un día o una noche.

La cuenta que llevamos, y que está por llegar al 2000, se inició en el siglo VI, cuando, hacia el año 525, el papa Juan I le encargó a Dionisio el Exiguo la tarea de calcular el día en que se debía festejar la Pascua de Resurrección el año siguiente. En ese entonces, los años no se contaban como ahora, sino a partir de la coronación del emperador Diocleciano. El primer anni Diocletiani corresponde al 284 de la era cristiana. Dionisio no estaba de acuerdo con contar los años así porque reconocía en la figura de Diocleciano a un emperador anticatólico. Entonces, confeccionó las tablas pascuales contando los años desde el momento en que él creía había nacido Cristo. Fue el primer antecedente de lo que con el tiempo se difundiría en gran parte del globo: la era cristiana. Por aquellas épocas, en Europa se utilizaban los números romanos, que no incluyen el cero ni el sistema posicional que hoy manejamos. Así, la cuenta comenzó con el año 1, y Cristo debió cumplir su primer año hasta el año 2; aunque los estudios más recientes dicen que Cristo debió nacer entre el año 4 y 6 antes de Cristo. Sólo hasta el año 825, tres siglos después, un matemático árabe de nombre Mohamed ibn Al Khwuarizmi, en un libro titulado “Algoritmi de numero indorum” introdujo el concepto (tomado de la cultura hindú) del sunya, el vacío o cero.

En lo que respecta al calendario, ya en el año 2780 antes de Jesucristo, los sacerdotes egipcios crearon un calendario solar de 365 días, dividido en doce meses con cinco días sobrantes que consideraban festivos. Posteriormente, los griegos hicieron uso de los conocimientos astronómicos vigentes en la Edad de Bronce para regirse con un calendario también de 365 días. Este mismo calendario fue adoptado en Roma, pero los sumos sacerdotes lo manipulaban de acuerdo a intereses particulares y al final fue distorsionado en su relación con el tiempo real. Cuando en el año 46 antes de Jesucristo Julio César se dio a la tarea de reformar el calendario, tuvo necesidad de añadir tres meses para que las estaciones volvieran a coincidir con las fechas.

La reforma juliana se basaba únicamente en el sol y no guardaba relación alguna con las fases de la luna. Tenía 365 días, con un día adicional que se añadía cada cuatro años. No obstante, al paso de los años el calendario juliano demostró cierta inexactitud. En el siglo XVI llevaba un retraso de diez días respecto a las estaciones y eso llevó al papa Gregorio XIII a ordenar nueva revisión. Para realizar la corrección requerida, era necesario descontar diez días al año y reducir la duración media del año. La reforma se dio a conocer el 24 de febrero de 1582, aunque se llevó a efecto a partir del cuatro de octubre de ese mismo año, día al cual siguió el viernes 15 debido a la eliminación de los diez días sobrantes.

Antes de la reforma, todos los años que marcaban un siglo se consideraban bisiestos. Después de la corrección hecha por el papa Gregorio XIII, sólo eran bisiestos cuando eran divisibles entre cuatro. El resultado es un calendario más aproximado al año solar por la eliminación de tres años bisiestos cada cuatro siglos. El margen de error del calendario gregoriano es, pues, de un día cada 3,333 años.


Principio y fin del tiempo
Si el tiempo nos espanta es
porque hace la demostración;
la solución viene luego.

ALBERT CAMUS

    En la mayor parte de las sociedades primitivas, el “Año Nuevo” equivale al levantamiento del tabú de la nueva cosecha; es decir, cuando se proclama que es comestible e inofensiva para toda la comunidad. Aunque hace ya mucho que dejamos de ser una comunidad agrícola, en todas partes existe aún una concepción cíclica del tiempo, de la existencia de un inicio y una terminación de períodos temporales. Estos ciclos, aunque están basados en las observaciones de los ritmos biocósmicos en general, se encuadran en un marco cultural mayor, el de las purificaciones periódicas y la regeneración, también periódica, de la vida.

    Estas prácticas culturales tienen por objeto abolir el tiempo transcurrido, restaurar el caos primordial y repetir el acto cosmogónico. Así, mediante la repetición del acto de la creación se regresa al momento en que tanto el mundo como el tiempo fueron creado. Haciendo coincidir el “instante mítico” y el “momento actual”, se pretende abolir el tiempo profano, anulando así los errores y pecados (alejamientos del arquetipo) que producen sufrimiento para empezar de nuevo. Esto trae consigo la posibilidad de la regeneración continua del mundo y el acceso a la eternidad. En lo que se refiere a restaurar el caos primordial, existente antes de la creación, los intentos generalmente se encausan a la celebración de orgías, bacanales, y cualquier fiesta que suponga excesos.

    Al conferir al tiempo una dirección cíclica, se anula su irreversibilidad. Todo puede recomenzar por su principio. El pasado pasa a ser sólo un prefiguración del futuro. El tiempo se limita a hacer posible la aparición y la existencia de las cosas. No tiene ninguna influencia decisiva sobre esta existencia, puesto que también él se regenera sin cesar. La repetición del tiempo tiene el sentido de conferir realidad a los acontecimientos.


Iván Camacho Anguiano
31 de diciembre de 1999


TOLLE, LEGE:

El tiempo es mío, 
y la vida de un hombre ¿qué es? Un soplo.
Hamlet

¿Dios mismo comenzó jamás? 
¿Dios mismo empieza siempre?
Nietzsche

De los tiempos todos, 
el más fugaz es el de la pasión.
José Saramago

Millones de horas en el mismo sitio, 
rompedoras y amargas como tenacidad de gotas.
Pablo Neruda

Estamos comprimidos en un instante.
Francisco Rebolledo

Por espacio de un instante, por espacio de cinco copos.
Günter Grass

Proporciono a cada instante la opción de destruirme.
Emil M. Cioran

Un diminuto instante, inmenso en el vivir.
Silvio Rodríguez.

A punto de ser, 
durante el instante de un instante, 
aún no soy lo que se aniquila.
Jean Lescure

No es la eternidad pero es el instante que, 
después de todo, es su único sucedáneo verdadero.
Mario Benedetti

La eternidad, cuya despedazada 
copia es el tiempo.
J. L. Borges

Vivir es perder tiempo: 
nada podemos recobrar o guardar 
sino bajo la forma de eternidad.
Jorge Santayana

La eternidad brama en torno nuestro.
Nietzsche

... y si un día ¿por qué no la eternidad?
John Milton

Divago, crío eternidades mías 
en un opio de memoria y de abandono.
Fernando Pessoa

¿Qué son tus náuseas de infinito 
y tu ambición de eternidad?
Vicente Huidobro

La eternidad es sólo un truco para continuar.
Silvio Rodríguez

La eternidad es sólo un instante 
lo suficientemente largo para una broma.
Hermann Hesse

La última eternidad encontrará 
en la primera su alma gemela.
Biffé

Todo pasa, lo efímero es eterno.
Manuel Ponce

Para siempre es siempre demasiado tiempo.
José Saramago

Los lustros no dan lustre.
Mario Benedetti

La vida es una resistencia efímera.
Alejandro Dolina

¿Para qué soy si para siempre dejaré de serlo?
Elías Nandino

sábado, 13 de febrero de 2010

Sin lugar a dudas

Hoy tras haber recorrido juntos mudanzas, ciudades, tesis, escuelas, nacimientos, decisiones, cambios de rumbo, amigos, familias, obstáculos, libros, gatos, sustos, trufas, azahares, paisajes, boletas, partidos, recitales, reportes, regalías, planes, visitas, templos, agendas, besos, medicinas, madrugadas, cafeína, películas, canciones, ritos, viajes y más de 500 noches…

Puedo y quiero decirte que te amo sin lugar a dudas.
Te amo más que en el principio, no porque en el principio fuera poco.
Te amo en el reloj que se cumple cada mañana, en la hora del inicio y de las dudas.
Te amo en los desvelos de la fiebre, los espasmos y la incertidumbre; cuando la paternidad-maternidad nos confronta y nos exige.
Te amo también en esos otros desvelos, los de la piel, las caricias y las miradas.
Te amo en las risas que inundan nuestra casa y se quedan colgadas de las ventanas, para que los amaneceres sonrían.
Te amo en las limitaciones quincenales, en la estrechez de los números que prometen más.
Te amo en las horas del aula, imprecisas y maravillosas; cuando salgo a sembrar sueños, dudas e inquietudes.
Te amo en cada pisada silenciosa, en cada par de orejas puntiagudas, en cada mirada en las sombras; cuando cada maullido lleva tu nombre.
Te amo en los ratos de corbata y zapatos uva; cuando hay que sonreír y bailar y posar.
Te amo en la redonda magia que sabe a cacao, impregnada de esperanzas.
Te amo desde dos pares ojos: similares, demandantes, confiados, compartidos.
Te amo desde el fondo de una taza, cuando el aroma te lleva mi cariño disfrazado de café.
Te amo en el sueño y la promesa de una vida juntos, porque no sabría concebir un futuro sin tu nombre junto al mío.

¿Te casas conmigo?

Declaración de Principios

Sin listones que aprisionen libertades.
Con deliciosa sorpresa al reconocernos en el otro.
Siendo dos, distintos y parecidos.
Cercanos por intuición, juntos por decisión.
Nos arriesgamos desde siempre a esperarnos.
Sin certeza lógica, mas creyendo en arrebatos.
Somos lo que anhelamos, extrañándonos sin decir nombres.
Para soñar a la par, confiar cuando no haya esperanza,
regalarnos silencios, suspirar entre risas, develar misterios,
y crear otros tantos.


Vendimos todo recuerdo de amaneceres pasados.
Compramos la luna para asegurarnos un sitio en el cielo.
Naufragamos en el mar de las certezas sin nombre.
Quemamos las cóncavas naves que nos trajeron del desconsuelo.
Podamos los sarmientos de las dudas, para sólo aguardar la vendimia perpetua.
Abrimos el corazón para saciar la sed de las estrellas.
Libamos el néctar de las catorce azaleas de la ternura.
Nos abrasamos en la forja de los misterios ancestrales.
Leímos los designios labrados en el origen de los tiempos.
Bautizamos, por fin, nuestros más hondos anhelos y nuestras mejores esperanzas.
Pronunciamos a un tiempo las palabras que una vez crearon al mundo.
Tomamos por asalto las últimas ciudadelas que se resistían aún a la conquista.
Aprendimos a creer en las promesas del destino.
Dejamos de soñar, para empezar simplemente a vivir... juntos.

Indeleble

    La tinta se alojaba bajo mi piel casi tan rápido como su mirada se apropió de mi corazón. Punto a punto, la figura estilizada de un nudo celta fue apareciendo en el dedo cordial izquierdo que, como todo mundo sabe, es el que tiene conexión directa con el corazón. Un nudo que simboliza la unión de dos vidas, un nudo que permanecerá atado por siempre, un nudo indeleble, un nudo visible, un nudo a flor de piel, un nudo en cada dedo y un dedo para cada nudo...

    Porque aun los anillos de boda se pierden, se esconden o se venden, optamos por algo permanente; decidimos contar con un estigma que escapara a nuestras decisiones futuras, pues la decisión definitiva, la de vivir juntos por siempre, ya la habíamos tomado...

Hoy, que todas las certezas tienen nombre
y el dolor se ha exiliado para siempre.

Hoy, que la muerte no llega a recuerdo
y la existencia tiene sentido.

Hoy, que nazco en cada verso pronunciado por la luna
para crearte un mundo de papel.

Hoy, que la tierra nos pregunta el secreto de las risas
y la piel nos limita en dos mitades.

Hoy, que la música ha nacido del milagro de los besos
y los sueños son naturaleza viva.

Hoy hemos llenado nuestra piel
con la misma tinta que siempre
ha corrido por las letras, creando universos...

Ángel cayendo

A manera de disculpa...

Un ángel cae,
el barro se desagrega en tierra, en polvo;
la forma huye en prestezas sin nombre.
Las alas rotas miran al cielo y, de paso,
a las manos incapaces de creación.

Caída irremediable,
                              ruptura,
                                          tristeza.
Nada se ha perdido salvo la alquimia
que mantenía unidas las partículas
                                                   en un orden único.

Dos corazones gritan:
uno de rabia,
                    otro de pena.
Y siguen latiendo juntos
en el gran silencio engendrado.

Una lágrima, dos, tres...
curiosos testigos del drama.
Un ángel ha caído
y ya nada será igual.


Los fragmentos se unirán,
la forma será recobrada,
el instante habrá muerto.
Pero la vida que habitaba la roja matriz
                                                            seguirá cayendo.

Caída, por principio, sin fin;
desde hoy hasta el cuándo.
Iniciada en la ruptura,
                                 no la de la forma,
                                                            sí la de la causa...

Sueño roto,
                    ángel roto,
                                      ruido roto.

Mañana habrá que prescindir
de las alas que llegaron sin batirse
para reconquistar al Padre.

Sexto Misterio

Casi una respuesta


Si tus ojos me hablaran de soledades simultáneas
Si pudiera recorrer tu piel hasta desterrar sus secretos
Si el mañana fuera sólo una metáfora del tiempo a compartir
Si tus manos construyeran mis suspiros
Si tu sonrisa me obsequiara con tu vida
Si con un beso aboliéramos el tiempo
Si tu silencio me gritara que me quieres


Cuando esté a tu lado
sabré reconocer a la que me dicta sueños, aún despierto;
a la que me promete el Dulce de sus labios;
a la que me aguarda desde antes de la espera;
a la que me ama, aunque esté a su lado...

Octavo Misterio

Casi una ausencia

Cuál es el nombre de esta fiebre,
       cuál el secreto de su cura
Cómo sabré si mi destino ha comenzado
Dónde he de guardar los restos de otra vida:
      trozos de aquél que un día fui
                 sin el amparo de tu voz en mi tiniebla
                 sin la fuerza de tu nombre en mis plegarias
                 sin la ausencia del dolor que me acosaba
                 sin el dictado de tus ojos en la aurora
                 sin las notas que hoy resuenan en mis letras
                 sin los astros que constelan nuestros pasos
                 sin la muerte irrenunciable de tus besos
                 sin crescendo en un preludio interminable
                 sin saberte, anhelante, en un susurro
                 sin saberme ya incluido en tu futuro...

Noveno Misterio

Saber, a ciencia cierta, que te aguardo
para morir sin remedio en tu presencia

Deponer mi nombre en tus altares,
cual sacrificio de vidas perdidas

Acaso una muerte a plazos sea el destino,
irrevocable conclusión para una espera...


buscando el sabor del porvenir
    (dulce a fuer de eterno)
encontrando lo que daba por perdido
cautivo del recuerdo de unos ojos
angustiado en la certeza de mis dudas
lejano del hogar que me aguardaba
asido ya al color de la esperanza
perdido en lo que nunca tuve
a un verso de saberte ajena
a un beso de llamarte mía...

Último Misterio

¿Alcanzará un destino a completarnos
                  en la penúltima hora del hastío?

¿Podremos recordar todos los nombres
                 mientras el canto escapa del olvido?

¿Crearemos paradojas insolubles
                 a la luz acimutal de lo vivido?

¿Vendrán de nuevo las promesas
                 profetizando el reencuentro del delirio?

¿Habitaremos por fin el mar ignoto
                 preñado de los sueños compartidos?

¿Sabremos plantear los acertijos
                que nos traigan de vuelta el sinsentido?

¿Retornará algún día el primer árbol
               del que probé este Dulce fruto, hoy prohibido...?

miércoles, 10 de febrero de 2010

Ausencia II

Algunas veces me disfrazo de multitud
para que tu imagen me contagie de melancolía,
y así pasarme el resto de la jornada
soñando contigo, extrañándote...

Porque la opción es insoportable:
vivir solo de ti, vacío de ti;
con esta soledad que me inunda
y me duele por ser tu ausencia.

No me duele estar solo,
me lastima estar sin ti.

¿Qué me queda sino interrogar al horizonte
y escudriñar cada rincón del tiempo
en busca de alguna señal?

¿Qué me queda sino pensar en ti...
vivir de la ansiedad
que me provoca la espera
y de la pequeña paz
que me obsequia la esperanza?

Ausencia V

Si desdoblo mi rostro
encuentro los restos de mi vida,
naufragio de sueños mal paridos,
nostalgia de lo que nunca quise,
elegía por un destino sin mi nombre.


Solitaria muerte blanca,
                                  pálida nube breve,
los sentidos como sentido
                                    de la ausencia y el perdón.


Tantas bocas y ni un solo beso,
                                        sórdida impotencia de la voz.

Tantas pieles sin caricias,
                               profética neurosis de la carne.

Tantas lágrimas contenidas,
                                  maldita cobardía del refugio en el silencio.

Tantos labios sin rezar,
                          destino inacabado en un conjuro.

Tantas urgencias ajenas,
                         telúrica incógnita de un quizá.

Tantas locuras sin amor,
                           temprano desengaño anticlimático.

Tantos versos sin nacer...
                           sólo posibilidades,
                                            fragmentos de un infinito universo.


Mientras tanto...
                           ella también se ha ido.

Ausencia VI

Temo al frío sin tu cuerpo.

Me asustan las estrellas
                                    si no puedo contarlas contigo.

Me aterra la magnitud del vacío
                                                que dejas a cada paso que doy...

Pero,
         sobre todo,
tengo pavor del silencio,
                                      mi silencio,
                                                        que te niega mis palabras...

Ausencia VII

¿Qué es la soledad sino estar sin ti,
sino esta absoluta vacuidad que me inunda?

¿Qué puede ser sino el dolor perpetuo
que sólo se mitiga con dos horas de ti?

Soledad.

Extraña palabra para decir que te extraño.

En estas jornadas
en que la distancia
                             y tu silencio
son lo cotidiano,

he aprendido a extrañarte
                                       de tiempo completo.

Ausencia X

Si un instante es eterno,
                                    la vida es muy corta.
Porque todo tiene sentido junto a ti,
                                                      al tiempo que nada importa.


Te perdí el rastro
                           en una noche sin lunas,
cuando no supe decir
                                 mi nombre junto al tuyo,
cuando el olvido pudo
                                  más que mi silencio,
cuando la muerte quiso
                                   llamarse desamor...

Ausencia XII

Algo me desasosiega en esta tarde gris.

Pudieran ser las estrellas en conjunciones molestas,
o las horas de tedio gastadas durante el día,
o la luna que me habita, llorando, como acostumbra,
o el miedo de perderte en una tolvanera sin nombre,
o las llamas que engendran mil desiertos febriles,
o el rumor de tu risa en las comisuras del tiempo,
o la música que espero desde el primer instante,
o el desconsuelo olvidado en el cajón,
o el deseo inconfesado de violar tus preceptos,
o el temblor que dejaste instalado en mi epidermis,
o la noche que olvidaste empacar cuando partiste...


Sin embargo, y sin duda,
sé que sólo se trata
de tu ausencia en mis horas.

Ausencia XIII

Hoy me duele tu ausencia,
                    además del vacío que dejaste.

Hoy el mundo sabe a tierra
                   y el suelo se ahoga entre lágrimas.

Hoy la única dulzura
                  viene de tu nombre,
tu voz está muy lejos
                  no alcanza a cobijarme.

Hoy quería posar mi tristeza
                                     y mi rostro
                                                  entre tus pechos,
y sólo conseguí una impronta
                                            de luz
                                                       sobre haluros de plata...

viernes, 5 de febrero de 2010

Seachd Cridheachan

Acostumbro creer en
algunos prodigios de
la vida que son verdad
aunque no sean ciertos.
GARCÍA MÁRQUEZ



Teine Cridhe
Que el cielo exista, aunque
mi lugar sea el infierno.
J. L. BORGES

Sueño que crezco, que me salen alas y me alejo de todo lo sucio y hediondo. Sueño que me llevo a mi mujer y a mis hijos, para que ellos no tengan que llenar sus ropas o su mirada con el fango del sufrimiento y la desesperación. Sueño que esta luz azul que me alumbra me guiará a un mejor sitio. Sueño que el bardo soy yo y que yo soy el bardo; que lo que me sucede me sucede sólo para cantarlo y contarlo; que lo que vivo es sólo pasto de poemas; que lo que me arrojan no son piedras sino ladrillos como versos. Sueño que lo amargo de mis jornadas se debe a lo Dulce de mis noches. Sueño que si salgo de noche es para conquistarla, no para sufrirla. Sueño que lo mío no es ignorancia sino sed de conocimiento. Sueño que los “no” son golpes de timón; que las esperas están justificadas; que los errores se corregirán. Sueño que el cielo me grita una tormenta; que la tierra me grita un abismo y un desierto; que los Señores del Fuego me gritan un incendio purificador; que esto no es el infierno y que siempre existirá el cielo.


Talamh Cridhe
La realidad tiene labios
que besan a muerte.
JUAN GELMAN

Lo que parecía justificar diez años de mi vida resultó ser una última –espero- mueca del destino. Fue una trampa clara y sin embargo caí; y sin embargo tenía que caer, para comprobar que en ese abismo nada se me había perdido, para iluminar mis propias profundidades y darme idea de mis alturas, para desengañarme de una vez y para siempre.

Durante sesenta días viví un claro y duro mensaje: eres un intruso en este mundo. Sin embargo, encontré a la gente. Encontré que era más que una operación, un paso del proceso, un tiempo a mejorar, un punto crítico, un cargo, una paga. Gente que es más que mano de obra prescindible; gente que gritaba su presencia alineando orejones, cubriendo pasas, pesando azúcar, fundiendo, lavando, armando, contando, moviendo. Gente que renunciaba a sí misma durante ocho horas diarias; gente capaz de callar su dolor y su angustia por seis billetes a la semana

Mi lugar no está, ni ha estado nunca, entre los que pretenden vivir sólo de realidad; sólo de materia; sólo de procesos, manuales, ingredientes, tiempo, dinero. Esos diez años deben tener otro sentido, otra justificación, acaso oculta, acaso iniciática, acaso de espera, que aún no alcanzo a esbozar.

Creo aún en la materia como manifestación del espíritu. Sé que necesitamos materia para seguir compartiendo el mundo. Pero sé también que ganar materia vendiendo el espíritu es un mal negocio, pues al final no quedará espíritu por manifestar con la materia ganada. Al final la materia sola no hace más que estorbar; no hace más que ocupar el sitio que le correspondía al espíritu. Ahora sé que siempre ha de existir espíritu capaz de insuflar aliento en la materia, para que podamos contar materia ganada y no espíritu perdido.


Uisge Cridhe
Los hijos no se quieren por ser hijos,
sino por la amistad de la crianza.
GARCÍA MÁRQUEZ

Estoy cierto de que no existe tal cosa como los hijos, pues sólo tiene sentido hablar de mis hijos. No puedo, ni quiero, ser padre en abstracto. Quiero ser padre de mis hijos: Rodrigo y Miranda. Los llamamos así para ser breves, pues no acabaríamos de llamarlos ni siquiera por lo que son, mucho menos por lo que llegarán a ser. Rodrigo Iván y Miranda Helena, de momento dos niños, encerrados en pequeños cuerpos, tratando de hacerlos crecer; aprendiendo a decir, aprendiendo a ser, aprendiendo a vivir.

Rodrigo sabe que el mundo es un vasto objeto de estudio, material del que se hacen las preguntas e incluso las respuestas. Nos cuestiona acerca de muchas cosas, más por la comodidad de nuestra cercanía, porque estamos a la mano, que por la autoridad de nuestro saber; pues su inteligencia ya no se deja engañar y encuentra por sí misma las respuestas que la satisfacen. Estoy seguro que su interés por el orden y la precisión está destinado a contribuir con ese otro Orden que su mente intuye. Poseedor de una voluntad envidiable, digna de las mayores empresas, será acaso también su más grande reto: dominarla, no dejarse arrastrar, tener el carácter para someter su temperamento.

Rodrigo es un caudal de sueños; un manojo de sentimientos; una colección de raros estados de ánimo; una vasija que se llena y se rompe; un compañero fiel y exigente; un arma peligrosa; un maestro implacable; un artista inconforme; un alma generosa y comprensiva; una semilla de perfección; un bibliófilo voraz y analfabeto; un guerrero que sufre; una promesa del alpinismo; un Funes en miniatura; un superhéroe no registrado; un buen hermano mayor; un jardinero esmerado; un eremita vespertino; un egipcio con tenis; un niño a veces y todavía. Rodrigo es mi hijo.

Miranda sabe que el mundo es una fiesta en donde todo existe para que seamos felices. Es tan consciente de su encanto y sus alcances que lo usa a su antojo. Basta una sonrisa, un guiño, un ladear la cabeza, una inflexión en la voz, para que el resto de nosotros tomemos la órbita que nos asigna. Sabe ya de la magia de la palabra, aquella palabra que engendra universos, la que crea al nombrar, la que da poder al invocar. En su media lengua nos habla de la belleza de una flor, del encanto de la luna, de la soledad de Tigger, de un perrito que le ladra, de las hormigas que le dan mimi, de lo que quiere desayunar, de los juegos que comparte con su hermano. Nos dice claramente si va o se queda, si prefiere estar sola, si quiere dormir o ver una película.

Miranda es toda una mujer de dos años; un gladiador con pañales; una bailarina sin tutú; una colección de caras; el llanto a la mano; una cinéfila precoz; una princesa despeinada; un aprendiz de madre; la mejor fan de su hermano; una colegiala frustrada; el desenfado en tres sílabas; una nudista convencida; el terror de las mascotas; la prueba de que estamos vivos; un bálsamo de paz que sabe hacer berrinches; la alegría sin reservas; la única que cree que le pertenezco. Miranda es mi hija.

Rodrigo y Miranda: mis hijos; nuestros hijos.

Gaoth Cridhe
El trabajo del aire es conocer
la muerte sin pensamiento carnal.
JUAN GELMAN

El trabajo del aire es ser mi voz. Es recorrer los corazones, las miradas, los sueños, los recuerdos, las angustias, las tristezas, las dudas, los quizás, los hubiera, los miedos, las certezas, las pisadas de los hombres. Su trabajo es recoger materia de poemas, para luego susurrarlos a mi pluma.

El trabajo del aire es convertirse en tinta. Tinta sagrada, tinta semanal, tienta fugaz, tinta viva, tinta sin nombre, tinta indeleble, ríos de tinta, manantiales de inspiración, senderos de celulosa, mundos tamaño carta, universos con índice, pastas que callan, hojas que gritan, ojos que sueñan, labios que mienten. Porque los poetas mienten sólo sobre lo excelso.

El trabajo del aire es dictarme poesía. Ya veo venir a Eolo, con todos sus hijos, a cumplir su deber; ya tengo pluma y papel para recibirlos.

Solus Cridhe
Calculemos los movimientos
de los cuerpos, pero consultemos
 también los designios de la
Inteligencia que los hace mover.
MAUPERTIUS

Tengo mi reino en el mundo de las ideas. Es un sitio donde me conocen y me reconocen. Aquí consigo emprender campañas exitosas, planear estrategias, entrenar a mis tropas, buscar a mis enemigos, domar dragones, descubrir y conquistar. En este mundo tengo un sitio y me muevo a mi antojo. Soy capaz de indagar, argumentar, deducir, refutar, crear, construir, mover, quitar, aportar, decir, defender. Puedo despertar conciencias, reclutar guerreros, pulir mentes, mostrar caminos, plantear interrogantes, descifrar paradojas, resolver preguntas, cultivar dudas, sembrar criterios, cambiar el mundo... el otro mundo.

Aquí tengo compañeros valiosos, interlocutores, maestros. Puedo pasar una tarde con Bunge; tomarme un café con Bachelard; discutir con Popper; deprimirme con Cioran; desmentir a Rostand; dejarme convencer por Camus; extasiarme con Tolkien; confesar a San Agustín; platicar con García Márquez; hacerme el interesante con Eco; enmudecer con Lovecraft; confundirme con Joyce; cuestionar a Eliade; leerle a Borges; escuchar a Sabines, Neruda, Gelman, Rojas, Vallejo, Aute, Chumacero, Benedetti, León Felipe, Whitman, Nandino, Gorostiza; aprender sobre kenningars, merovingios, la Orden del Temple, Fulcanelli, el gaélico, Snorri, Arturo, mitos, dioses, alquimia, dragones, guerreros, griales, magia y misterios.


Gràdh Cridhe
Lo de menos
es que jamás me sobres,
que tu amor me enriquezca,
haciéndome más pobre.
SILVIO RODRÍGUEZ

Te besara en la punta de las pestañas y en cada uno de tus gatos, te turbulentamente besara, mi vergonzosa, en esos muslos de individua blanca. Te tocara esos pies para otro vuelo más aire que ese aire felino de tu fragancia . Te llamara mi mujer y te dijera que por ti soy el que soy y dejo de ser los otros que quieren serme. Te gritara que a tu lado soy capaz de imaginarme como nunca creí; que voy y vengo de la vida al sueño, sin dejarme vencer por la una o atrapar por el otro; que sólo a tu lado tiene sentido el áspero contacto con la realidad y la embriagadora imagen que habita mi cráneo. Te supiera mía y te saboreara en toda la dulzura que te contuviera.

Sabes, amor mío, que por ti el Alquimista sigue vivo y conserva su atanor y su proyecto. Que por ti sangra la pluma y engendra mundos, demonios, dragones y castillos. Que por ti la luna sigue visitando mis noches y espiando mis ojos. Que por ti la magia coexiste con mis letras. Que por ti la noche aún es poesía y no obscuridad; el día me alumbra y no me quema; mis libros me acompañan en vez de aprisionarme. Que por ti vine y por ti sigo. Que por ti me fui y contigo he vuelto. Sabes que te amo siempre más y nunca menos.


Cumhachd Cridhhe
Como el aire lo regalan
y el alma nunca la empeño,
con las sobras de mis sueños
me sobra para comer.
JOAQUÍN SABINA

Por fin he conocido mi sitio en el Plan; por fin sé que he de hacer y cómo hacerlo. Ha terminado el tiempo de vagar, de buscar, de añorar. Ha llegado ya el tiempo de construir, de cultivar, de agrupar, de la campaña permanente, de esgrimir las mejores armas.

Tengo un hogar, una familia, una pareja, un refugio al que volver, un por qué, un por quién, un para cuándo. He vuelto, estoy aquí de nuevo y no me iré ya más. Tengo en mis manos las piezas que faltaban y la alquimia para unirlas. Tengo sueños suficientes para vivir de ellos y con ellos. Tengo la certeza de la victoria. Me tengo, Te tengo, la tengo, los tengo y me tienen.

El Alquimista
Julio  ‘03

Morir o descreer

Morir o Descreer
Es más fácil morir por lo que se cree,
que creer en ello un poco menos.

JEAN ROSTAND


Siéndome
No parezco yo, pensó,
y probablemente
nunca lo había sido tanto.

SARAMAGO

Soy el vendedor de sueños; soy el esteta del cacao; soy el último y el primero; soy el que conoce y se conoce; soy el que nunca tiene dueño; soy el mejor de mis posibles; soy el eterno incomprendido; soy la ciencia que nadie quiere; soy el poeta del mañana; soy el de la casa de la magnolia y los naranjos; soy la paz y la angustia en los corazones ajenos; soy la duda absoluta; soy la respuesta sin pregunta; soy el paradigma obsoleto; soy el aprendiz de todo; soy el pastor de niños; soy el índice inconsultado; soy la espada que nadie empuña; soy el artista sin dinero ni mecenas; soy la genial partitura inédita; soy el cello prisionero del roble, obra inconclusa del laudero. Soy el que soy, el que ha sido y el que será; soy y sigo siendo. Soy y sigo siéndome escribiendo.


Vivir o pensar
Estoy más seguro de tener razón
por la forma en que vivo,
 que por la forma en que pienso.

ROSTAND

Coincido con Cioran en aceptar la vida por cortesía y criterios estéticos, pues la perpetua rebelión es de tan mal gusto como lo sublime del suicidio. Dice Rostand que los que no han sufrido de verdad ignoran el bienestar de lo tolerable. Pero lo tolerable puede doler tanto a la vista de lo que se desea, que al punto pasa a convertirse en conciencia aplastante de no ser más que lo que se es y la tristeza de ser lo que se es.

La dificultad me desanima y la facilidad me desagrada al punto de la náusea. No más imitar el Orden en un anaquel; no más tardes perdidas en el laberinto de un solo corredor; no más lágrimas sobre el celeste lienzo; no más ruegos a la ajena multitud; no más ausencias sin sentido, no más presencias inútiles; no más calma angustiante; no más sueños ahogados en celofán; no más limosnas cíclicas; no más crónicas de corrupción y bajeza; no más vivir de pie; no más andar sin avanzar; no más noches suprimiendo los bordes de la trama; no más saltos contra el muro; no más música de otros; no más peregrinar por las frías catedrales del consumo; no más mendigar por un rato conmigo; no más...

Ardiente será la fragua, terrible el yunque e implacable el martillo que den forma y filo a este acero... Quiero morir y engrandecerme en la medida de lo insoportable que asumo. Cuando estar vivo parece siempre el precio de algo, me doy cuenta que un hombre es siempre presa de sus verdades. Tengo miedo de que los días no sólo sean iguales, sino que empiecen a repetirse; de que tengan razón quienes afirman que todas nuestras humillaciones provienen de que no podemos resolvernos a morir de hambre. Pero yo no me resuelvo ni a humillarme ni a morir de hambre ¿qué destino me aguarda? ¿qué atroz colección de humillaciones aguardan por mí? ¿qué lento y terrible agonizar signará mi hambre? Aún no me rindo, no he soltado las armas, aunque el escudo se haya roto junto con mi brazo y el yelmo muestre la misma herida que mi cráneo. Aún no me rindo y no pienso hacerlo.

Veredas y veletas
Donde no falta voluntad
siempre hay un camino.

TOLKIEN

En verdad que los caminos y la voluntad para buscarlos no han faltado, pero no me ha sido dado recorrerlos. ¿Será que los demonios me cierran el paso, o será acaso que Dios no me ha dejado caer... andar por veredas ajenas a mis pies? Mis pies, calzados con una buena copia de las sandalias de Mercurio, que yo mismo he ido confeccionando con el fin de llegar más lejos que el tropel de seres sublunares. Quizá sea el tiempo de imitar a Ícaro y proyectar un buen par de alas, más seguras que las suyas, pero que tengan la virtud, como aquellas, de sacarme del laberinto, de mostrarme el camino que me corresponde.

Me fui, y sigo yéndome. Para llegar al fin sin llegar nunca. Para irme sin moverme. Para llegar sin haber partido. Y sin embargo me fui y dejé atrás cosas queridas; sólo para recorrer el camino, que es circular y es el mismo de siempre. Porque andando, siempre se acaba por llegar; porque el camino importa poco y la voluntad de llegar basta para todo.

Y si por momentos recorro el camino de Sísifo, y pretendo, como él, vencerlo con desprecio, es porque el absurdo se muda a mi lado. Cuando estoy seguro de que nada importa si todo lo soñado no existe; cuando me afecta ese mal de no encontrar en todas partes más que el deseo de estar en otro sitio. Cuando descreo de que el esfuerzo para llegar a las cimas basta para llenar mi corazón. No quiero que buscar se convierta en mi signo y mi sino; no quiero creer en la razón de los matadores de brújulas, errantes eternos.

Materia y posibilidad
Insomne, casi feliz, pensé que
nada hay menos material que el dinero,
ya que cualquier moneda es, en rigor,
un repertorio de futuros posibles.

BORGES

Todos posibles pero, además, todos futuros. Me he llenado las manos y el alma con la helada aspereza de la materia; he sentido la presencia aplastante de la inexistencia, la versión de bolsillo del horror al vacío. A cambio, me he colmado los ojos de futuro, un futuro que se mueve lentamente y no acaba por llegar.

De muy poco me han servido diez años de universidad. Poco ha valido la confianza cifrada en un saber que pocos tienen y menos desean. Lastre, más que alas, semejan mi inteligencia y mi pasado. Tal parece que mi vida se reduce a cinco páginas que a nadie interesan; las mismas cinco páginas que he reproducido y repartido sin misericordia, poniendo en ellas, cada vez, la esperanza de que la incertidumbre se convierta en una cifra mensual. En una cifra que convierta nuestras posibilidades en realidades cotidianas

Mientras tanto, seguiré repartiendo vidas de papel, preguntando en dónde cabe mi ciencia, buscando un sitio para mis horas, llamando a quien quiera escucharme. Ofreciendo mi vida a cambio de una monedas que son, desde ya, un repertorio de futuros pendientes.

Cita con el relámpago
El pensamiento no es más que un
relámpago en medio de una noche larga.
Pero este relámpago lo es todo.

HENRI POINCARÉ

Vivimos una noche en verdad larga, y andamos a la busca de relámpagos que nos muestren un poco del mundo, que nos permitan interpretar las sombras que nos rodean. A partir de hoy tenemos una cita con las grandes mentes que han traído luz, en un intento constante por hacerlas nuestras. Hoy se abre un espacio para hablar, de una forma accesible y clara, sobre temas que han pretendido sobrepasarnos; sobre lo cotidiano que pasa desapercibido; sobre lo misterioso que pocas veces se nombra; sobre lo efímero y lo eterno; sobre la magia de lo humano; sobre el mundo que es y el que será; sobre el arte y las artes; sobre los susurros de la materia y los gritos del vacío; sobre los hombres y sus creaciones; sobre las llaves que buscamos y las puertas que nos niegan lo que esconden.

Para convocar al relámpago haremos uso de la ciencia y el arte, de la memoria de papel, de las historias, del mito y la razón; pero sobre todo del lenguaje escrito. Leeremos para escribir y escribiremos para que nos lean. Buscaremos la vida en este mágico ir y venir de ideas y palabras, para inspirar y ser inspirado. Haremos que el relámpago encarne en las letras y que genere así palabras luminosas, páginas que nos cuenten los sueños de las piedras, el miedo de Dante, el paraíso de Milton, la locura de Nietzsche, la aritmética de Fibonaci, la hoguera de Bruno, la ceguera atroz del bibliotecario, el encanto de los Medianos, las sagas hiperbóreas, la lengua perfecta de Eco, las vigilias de los alquimistas, la custodia de los grifos, el canto de Whitman, la fantasía de Ende, las tribulaciones de los cronopios y las famas, la estepa de Hesse, el crimen de Dostoyevski, la furia de Orlando y Ariosto, los delirios de VanGogh, el horror al vacío, los sueños del capitán Cervantes (que sabía unos latines y algo de árabe), la guerra de los ejércitos de marfil, los logros de Flamel o Fulcanelli, las danzas de Stravinsky, o la campanella de Paganini.

Creemos en la palabra escrita como base y soporte del pensamiento del hombre, como su expresión más fiel. Y desde aquí sumaremos, una a una, las letras que acudan a la cita. Defendiendo siempre la confusión babélica, porque nos enriquece; y creyendo, con Borges, que, como el griego afirma en el Cratilo, el nombre es arquetipo de la cosa; y que cada nombre encierra y contiene, en verdad, la esencia de las cosas, aguardando a ser descubierta. Pues el poder de las palabras es más que  la simple enumeración; es la evocación de las esencias contenidas en ellas; es el canto del salmista y el logos de los antiguos.

Por supuesto que existen antorchas, y aun hogueras, con luces acogedoras y duraderas; pero nosotros habremos de ser la luz, fugaz y cegadora, que irrumpa en la obscuridad para luego reaparecer en otro sitio, hiriendo las tinieblas; llevando el asombro y el espanto a las mentes de los hombres, así como el espectáculo ígneo y el riesgo de ser alcanzados, y hasta la gloria de sobrevivir a un encuentro. Seremos la luz del pensamiento que habla con voz de trueno…

...y creer otra vez
Busca una luz, una más
algo que ayude a creer
lanza tu trenza Rapunzel
déjame entrar otra vez.

ALEJANDRO FILIO

Déjame entrar otra vez, hazme creer otra vez. Devuélveme la fe en las causas perdidas. Hazme dejar de pensar, para  ser sólo un beso al besarte, sólo una caricia al tocarte, sólo un guiño al mirarte. Sólo tú puedes hacerlo, sólo tú, premonición que se cumple, colección de hermosos rostros, habitante de mis sueños y mi vida, felicidad hecha carne y sonrisas.

Te necesito más que nunca. Te espero cada día, te rezo cada noche, te sueño cada siesta, te grito cuando no estás, te beso si te dejas, te abrazo en mis naufragios, te ruego si me lo pides, te olvido en mis pesadillas, te lloro en cada equina, te veo en cada gato, te extraño cuando te extraño, te amo siempre. Te pido que me ayudes a creer de nuevo...


El Alquimista
Julio  ‘02